XENA

Cuando finalizó su carrera de psicología y terminó las prácticas, no encontraba trabajo. 

La mayoría de sus compañeros estaban igual, es una carrera sin demasiadas oportunidades profesionales, así que se juntaron varios compañeros y amigos de la facultad, en concreto cuatro, y decidieron abrir un gabinete en Madrid.

Luz, su amiga de la infancia se había especializado en psicología pediátrica cognitiva. Óscar, el novio de Luz, en psicología clínica. Mario (el otro compañero) en psicología educativa y ella en terapias sexuales.

Su nombre es Susana, aunque sus amigos la llaman Susi. 

Los comienzos fueron difíciles, como en cualquier negocio, pero por algún motivo, bien por los contactos del padre de Mario, un rico empresario de la zona norte de Madrid, o por el boca a boca, pronto vieron cómo su pequeño proyecto daba sus frutos y empezaron en seguida a tener beneficios.

Las agendas estaban llenas casi todos los días, por lo que se animaron a contratar a una persona para administración. 

No querían descuidar los temas fiscales y contables, ni mucho menos la atención al público. Hicieron varias entrevistas y el mejor cualificado fue Kiko, un chaval de Sevilla que había venido a Madrid a hacer un grado en administración. 

Hay que decir, que de los cuatro, la agenda de Susi era la más flojilla, pero claro, su especialidad era la más delicada de todas. Aún así, cada vez tenía más parejas para hacer terapia, hombres con algún problemilla que no era físico y por supuesto, mujeres.

A Susi la encantaba su profesión, y disfrutaba ayudando a las parejas, dándoles incentivos en su vida sexual e intentando que sus matrimonios o relaciones resurgieran con más seguridad y pasión.

Gracias al padre de Mario, y en estricta confidencialidad, Susi empezó a tratar a un directivo de una empresa farmacéutica, íntimo amigo de él. El inconveniente estaba en que él, le llamaremos Pablo, trabajaba en Barcelona, por lo que las sesiones tenían que ser por videoconferencia. 

Pablo era un hombre de mediana edad, divorciado y con dos hijos. Su matrimonio había acabado hacía un par de años por incompatibilidad de caracteres.

 Vamos, que ya no había chispa y cada uno quería una cosa diferente. Mantenían una relación cordial por el bien de sus hijos.
Desde el divorcio, Pablo había estado en varios médicos debido a que tenía problemas de erección, sin que le encontraran nada físico.

 En una conversación con el padre de Mario éste le dijo que por qué no probaba a hacer terapia sexual, y le comentó el gabinete que su hijo había abierto con otros compañeros. Recomendó a Susi, aunque tiempo después, se supo que la recomendación fue: “Pablo, la terapeuta sexual que tiene contratada mi hijo te va levantar la polla sí o sí. De verdad, es un caramelito, morenaza, ojos verdes, unas tetas redondas bien puestas y joder qué caderas… para agarrarla bien por el culo mientras la follas”.

Ante esa recomendación y sin nada que perder, Pablo pidió cita con Susi. Kiko le agendó para el siguiente viernes a las cinco de la tarde.

Susi efectivamente es una morenaza de 1,70 cm de alto, caderas marcadas, unos ojazos verdes que se clavan en el alma y unos pechos bien puestos. Los cuales luce orgullosa en toda ocasión.

Ese viernes Susi llevaba pantalón de vestir, y una lencera negra. No era de los días que más provocativa iba, pero su recogido dejaba ver su clavícula bien marcada.

La sesión empezó a las cinco en punto a través de videoconferencia. Fue una primera toma de contacto, en la que Susi pudo apreciar cómo Pablo no quitaba ojo ni a sus tetas ni a su clavícula.

Susi iba tomando notas de las cosas que Pablo le contaba, de momento todo bien y fluido hasta que llegaron a preguntas más delicadas.

-        ¿Desde cuándo tiene problemas de erección? Preguntó Susi.

-        Aquí estamos porque Usted cree que tiene un problema, y si es así, lo podemos intentar solucionar. Sé que es un tema delicado, pero si no es sincero primero consigo mismo, yo no le podré ayudar.

-        Me resultaría más cómodo si me llamara Pablo y no de Usted.

-        Perfecto Pablo, me puedes llamar Susana o Susi como te sientas más a gusto. Repito la pregunta, ¿Desde cuándo tienes problemas de erección, Pablo?

-        Desde unos años antes del divorcio. Pasó de un día para otro, es cierto que alguna vez sí he conseguido una erección, pero me cuesta mucho y no ha llegado a ser plena.

Susi seguía tomando notas, y asintiendo a las explicaciones que Pablo le daba.

La hora terminó y Susi le dijo que Kiko le citaría para el viernes siguiente a la misma hora. 

Sonó el móvil de Pablo, se levantó de la silla y atendió la llamada sin antes cerrar la sesión de la videoconferencia. Susi estaba terminando de hacer sus anotaciones metida de pleno en sus pensamientos, cuando escuchó de fondo la voz de Pablo decir: “Joder, tenías razón y eso que la he visto sentada, pero seguro que tiene un culo para follarlo bien rico. 

Y esos melones… pero no te voy a engañar, no se me ha puesto dura”

Susi salió de su estado de trance y con un golpe en la mesa y mirando hacia la cámara del ordenador dijo: “Cuelga ahora mismo el PUTO móvil. ¿Quién coño te crees para hablar de mi así?”

Pablo se quedó paralizado, su cara era un poema, colgó el móvil. Susi continuó:

 “Te crees que porque seas un alto directivo de una farmacéutica o un íntimo amigo del padre de mi socio tienes derecho a hablar de mi así, estás equivocado. Te puedes meter tu dinero por el PUTO culo”
En ese momento fue a cerrar la sesión y Pablo la interrumpió.
Susana paró la mano y miró a la pantalla, allí se encontró a Pablo con la mano por encima del pantalón. Se podía apreciar un bulto más grande de lo normal.

-        En serio, después de lo que te acabo de decir, ¿tienes la desfachatez de tocarte la POLLA en mi cara?

Su tono seguía siendo autoritario, pero en seguida se percató de lo había pasado. Pablo estaba sometido a mucho estrés y estaba acostumbrado a mandar, pero hoy era él el que estaba recibiendo una orden directa de una mujer y con unas palabras nada delicadas.

Justo ahora empieza la historia de Xena, una mujer, que adora el sexo, escucha y da a los hombres aquello que quieren y necesitan, sin juzgarlos.


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