Un taxista se comió a mi esposa delante mío

Aranza
Esta es la historia de un amigo, de algo que le paso con la esposa, hace unos cuantos años atrás.

“Esto que les voy a contar me paso hace unos años, cuando llevábamos unos diez años de casados con mi esposa, y las cosas en la cama ya no eran como antes, sinceramente estábamos perdiendo la chispa, eso que pasa normalmente después de unos cuantos años de casados, sumidos en la rutina del trabajo y del día a día.

Me presento, mi nombre es Sergio, soy un hombre de 37 años, de 1.75 de estatura, cuerpo algo atlético, sin ser super deportista, tengo un buen cuerpo, soy algo tímido y muy morboso.

Siempre quise ver a mi esposa con otro en la cama, no sé bien por qué, pero es una fantasía que siempre tuve. 

Varias veces lo hablé con ella, pero nunca llegamos a nada, ella siempre se iba por las ramas, y nunca terminaba de decirme si era algo que a ella le gustaría o no.

Mi esposa es una chica de 1.60, guapísima. Tiene el pelo largo, rizado y negro. Tiene unos ojos grandes y marrones preciosos y unos labios carnositos super lindos. 

Su figura es tipo reloj de arena. Tiene buen pecho (yo con la mano no se lo puedo agarrar entero jaja), cintura estrecha y caderas y culo ancho. También tiene muslos grandes. 

Es alguien a quien la gente mira mucho, porque de cara es guapísima y su cuerpo llama la atención también, porque es grande sin que llegue a estar gordita. Un 10 en mi opinión. 

De carácter es una persona tímida por lo general, no es demasiado sociable, tiene sus pocos amigos y disfruta mucho del tiempo sola.

La verdad es que siempre la quise ver con otro en la cama, pero no era simplemente eso lo que yo quería, mi deseo iba mas allá, yo la quería ver con un macho de verdad, uno que la domine, que la haga su puta en la cama, algo que yo nunca pude hacer, porque no me salía hacerlo.
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Aquella noche, volvíamos de la casa de un matrimonio amigo, era cerca de medianoche y nos pedimos un Uber para volver, ya que habíamos tomado bastante en la fiesta, yo normalmente soy de tomar, aunque no tanto como esa noche, y mi esposa no toma casi nunca, y esa noche tomo un par de copas, y sin estar borracha, estaba bastante alegre.

Nos subimos al auto ni bien llegó, le indiqué al chofer por donde solíamos ir siempre, y arrancamos para casa. El chofer era un hombre de unos 50 o 55 años, robusto, sin ser gordo, pero era grandote. Hola, soy Jose, se presentó, yo voy a ser su chofer esta noche.

Comenzamos el viaje y parecía que mi esposa Ana estaba por vomitar, entonces el chofer detuvo el auto y se bajó, dio la vuelta y abrió la puerta donde estaba Ana, la ayudó a bajar tomándola de un brazo, suavemente pero firme a la vez, tenía unos brazos grandes y fuertes.

Ana estuvo afuera del auto un minuto, pero nunca vomitó, así que se subieron y retomamos el viaje.

Jose: Disculpe la parada abrupta señor, pensé que su esposa iba a vomitar. La semana pasada llevé a unas chicas que volvían de bailar y ensuciaron todo el auto, por eso preferí bajar, más vale prevenir…

Yo: No se haga problema, lo entiendo.

Ana: Yo se lo agradezco, me hizo muy bien tomar aire fresco, me siento mejor ya, más despabilada y despierta, gracias.

Jose: No, por favor, es un placer poder ayudarla, no quería que se descomponga, ese vestido tan lindo que tiene puesto no merecía ensuciarse, le queda muy bien así.

Yo: Si, puede ser…

Ana: Gracias, es usted muy amable…

Jose: Tuteame por favor

Ana: Gracias, sos muy amable.

Me dio la impresión por un momento que yo sobraba ahí, porque hablaban entre ellos, y cada vez que yo quería hablar, no me escuchaban, del chofer no podía opinar, pero de mi mujer me extrañaba que no me escuchara cuando le hablaba.

Seguimos viaje, y la conversación se mantuvo entre ellos dos, yo casi no podía participar, solo escuchaba. Jose nos contaba que la semana pasada había llevado a 3 chicas que volvían de bailar, y una de ellas vomitó en el auto, y se manchó toda la ropa, y manchó a su amiga que estaba al lado, así que las dos chicas se sacaron la ropa, quedando ambas en ropa interior el resto del viaje.

Ana: Y ¿no te molestó, que viajaran el resto del viaje en ropa interior?

Jose: No, para nada, yo no tengo problemas con eso, cada uno puede hacer lo que quiera.

Ana: ¿No te ponías nervioso manejando y viéndolas así, casi desnudas?

Jose: No, para nada, eran 3 chicas de tu edad mas o menos, pero acá, entre nosotros, las 3 eran muy flaquitas, y a mi no me mueven un pelo las mujeres así, prefiero toda la vida las mujeres con curvas, como vos.

Yo no lo podía creer, el chofer del uber le estaba tirando onda a mi esposa en frente mío, y mi esposa recibía los halagos como si nada, contenta y sonriente, como una colegiala.

A pesar de los celos que tenía, esto me estaba empezando a gustar, sobre todo cuando vi los pezones erectos de mi esposa, solo se le paran cuando esta muy excitada, y eso me daba la pauta de que estaba super excitada.

Así que decidí ir un poquito más allá, y arriesgándome a que Ana se enoje, apoyé mi mano en su pierna, y mientras ellas seguían hablando, comencé a subir lentamente mi mano por debajo de su pollera, hasta llegar a su tanga. Tan solo tocar su tanguita por afuera me di cuenta de que estaba empapada, nunca la había visto tan mojada.

En ese momento yo esperaba que ella quite mi mano de ahí, pero para mi sorpresa no la sacó, así que yo seguí profundizando, para ver hasta dónde me dejaría llegar.

Comencé a frotar su conchita por afuera de la tanga, y Ana me miró un instante a los ojos. Su mirada era lujuria pura, la estaba pasando sumamente bien en ese viaje.

Ya casi llegando a casa, Jose comentó que éste era su último viaje, y que ya terminaba su horario de trabajo. Ana me miró y enseguida adiviné lo que quería, así que asentí en silencio. Ella le dijo a Jose si quería subir a casa a tomar algo, ya que la estaban pasando tan bien con todas las anécdotas que él contaba. Por supuesto que dijo que sí, no lo dudó ni un segundo.

Ya una vez en casa, lo invitamos a sentarse en el sillón, y mientras se sentaba, mi esposa le preguntaba que le gustaría tomar.

 Yo: Claro que no, ya te traigo, vos Ana ¿Qué queres?

Ana: Otra cerveza está bien cariño, gracias.

Y me fui hasta la cocina a buscar las cervezas, traje una grande y tres vasos, para poder compartirla, y grande fue mi sorpresa cuando volví y los vi besándose con una pasión increíble, como si el mundo se fuera a terminar mañana. Hacía mucho tiempo que no la veía así a mi esposa.

Si bien era algo que yo deseaba desde hacía rato, y quizás al invitarlo a subir a tomar algo también esperaba que pasara esto, me quedé duro mirándolos. Después de unos segundos, traté de serenarme y apoyé la botella y las copas en la mesa.

Me di cuenta de que no solo yo me había quedado duro mirándolos… ya que mi verga aún seguía dura.

Jose la besaba y la abrazaba como un pulpo, bajaba su mano y le apretaba las nalgas, con la otra mano le agarraba las tetas toscamente, sin ningún tipo de delicadeza, casi groseramente diría yo. Entonces sucedió.

Jose: Sacate el vestido y quedate desnuda, que te quiero mirar bien antes de cogerte.

Ana lo obedecía sin dudar, era como que estaba en trance, era una autómata, totalmente sumisa. Se saco toda la ropa, y quedó totalmente desnuda frente a nosotros. Yo seguía sin poder creer lo que pasaba, pero ya estaba más relajado, y sabía como seguía todo. Finalmente la iba a poder ver cogiendo con otro como siempre quise.

Jose: Ahora sacame la ropa a mí.

Ana: No puedo aguantar más, ya quiero ver esa enorme pija que tenés.

Yo no terminaba de entender eso, como es que quería ver su enorme pija, ¿en que momento supo que la tenía grande?

Después me confesó que cuando bajó del auto a respirar, Jose la agarró del brazo para ayudarla, y ella sin querer le toco la verga por encima del pantalón, ella lo miró asombrada, pero por el hecho de habérsela tocado, y él le dijo que no se asuste tanto, que tenia un miembro grande pero que no era para que ella se asuste. 

Jose lo dijo mitad en broma y mitad en serio, como muchas veces hacemos, pero ella se lo tomó literal, y me confesó que se pasó el resto del viaje fantaseando con ver y tocar esa pija.

Así que comenzó a desvestirlo, tal y como él se lo había ordenado. Le sacó la remera, le bajo los pantalones y cuando le bajo el bóxer salió un pedazo de pija enorme, tendría entre 20 y 22 centímetros aprox.

Si bien yo estoy entre los que la tenemos de un tamaño normal (normal para mí, que la tengo de 16cm) eso era realmente grande.

Inmediatamente Jose le ordenó que se la chupara, y sin dudarlo un segundo, Ana se arrodilló ante su macho y la agarró con ambas manos, se la acercó a la boca y comenzó a besarla. 

Mas que chupársela, me daba la sensación de que la estaba venerando, hasta que finalmente se metió la cabecita en la boca.

Jose: Así me gusta, que hagas todo lo que yo te diga Ana. En cuanto a vos Sergio, vení y arrodíllate al lado de tu esposa, así me la maman juntos, ¿dale? ¿no te dan ganas?

Yo: No, prefiero mirar, desde acá está bien.

Jose: Ok, veo que sos de esos que les gusta mirar nomas. Pero ponete cómodo, sacate la ropa y acércate para poder ver mejor como me cojo a tu esposa.

Yo estaba como en un trance, me fui acercando de a poco, mientras me sacaba la ropa. Mi pija estaba dura como piedra ya. Jose me dijo que me parara al lado de él, y yo sin saber bien porque, así lo hice, entonces él saco su verga de la boca de mi esposa, y la puso al lado de la mía.

Jose: Cual preferís Ana, cual te gusta más? Cual queres sentir bien adentro? Hasta el fondo, llenándote por completo?

Ana: La tuya – dijo mirando a Jose – mientras se la volvía a meter en la boca para seguirla mamando.

Entonces Jose me dijo que Ana ya había elegido a su macho, que me limite solo a mirar, cosa que hice, esa humillación me había gustado mucho!

Jose se acostó en la alfombra, con su enorme verga apuntando hacia el techo, y le dijo a mi esposa que se suba y lo cabalgue, que se la meta toda hasta el fondo de su concha, para saber si le entraba toda o no.

Mi esposa comenzó a sentarse sobre su pija, cada vez se la metía más y más hasta el fondo, cuando llegó casi hasta comérsela toda, solo faltaban un par de centímetros, recién ahí frenó, y comenzó a subir y bajar, para tragarse ese enorme pedazo de carne. A veces movía la cadera hacia adelante y hacia atrás, comiéndosela casi entera.

Jose: Veo que te gusta mucho mi pija, ya era hora que un macho de verdad con una pija grande te coja, ¿no?

Ana: Siii papiiiii, me encanta tu pija.

Y mientras Ana le decía eso, seguía moviendo su cadera, hasta finalmente llegar a comerse toda esa enorme verga. Cuando la tuvo toda adentro, Jose la agarró de la cintura y comenzó a elevar su cadera con más velocidad, era evidente que ese movimiento a mi esposa le estaba encantando, ya que dejó de moverse y solo se rindió ante los movimientos de su macho.
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Yo no podía dejar de verla, tenía una cara de satisfacción que pocas veces le había visto, realmente estaba gozando mucho la cogida que le estaba dando su nuevo macho.

Con cada estocada de Jose, las tetas de Ana se movían un poco más, y eso me estaba gustando mucho, no sabía cuanto más iba a poder aguantar sin acabar, mientras los veía así.

De pronto Jose detuvo sus movimientos, y le indicó que se ponga en 4, con las piernas apoyadas en el Sillón, y los brazos en el respaldo de sillón. Ella le hizo caso y se colocó en 4, igual que una perrita esperaba a su macho que la agarre desde atrás, y Jose no tardó en ponerse atrás de ella, le apoyó la pija en la entrada de su conchita y no se movió más… 

Ana hizo el resto, comenzó a moverse hacia atrás, nunca la había visto con tantas ganas de pija a mi esposa, estaba viéndola como a una auténtica putita golosa, y con cada movimiento que hacía hacia atrás, se iba enterrando más y más la pija de su amante.

Jose: Como te gusta mi pija, no te podés ni aguantar un segundo, la querés tener adentro?

Ana: Toooddaaaaaaaa adentrooooo la quiero!!!!!

Jose: Pedimelo entonces, quiero escucharte decirlo.

Ana: Cogeme papiiiii, quiero que me cojas y me la metas hasta el fondo, quiero que me rompas toda mi conchita papiiiii… cogemeee yaaaaa

Ya se estaba convirtiendo en una mujer a la que desconocía casi por completo, esta no era mi esposa, ni siquiera la que conocí hace 10 años, cuando realmente había pasión entre nosotros, pero este hombre de 50 años y con esa panza la estaba emputeciendo a mi esposa, de todos los hombres que alguna vez me había imaginado que le podrían haber llegado a gustar a Ana, no pensé que un cincuentón le podría llegar a gustar tanto, pero era evidente que él sabía lo que mi esposa quería, y se lo estaba dando… y todo frente a mis ojos…

Jose la agarro y la volteó, la acostó en el sillón boca arriba y le abrió las piernas, yo pensé para adentro mío que esa posición no le iba a gustar a Ana, ya que cuando hacemos el misionero, parece ser que mucho no lo disfruta ella, pero era evidente que la respuesta era otra, casi no lo disfruta conmigo, porque en el momento en que Jose la penetró en esa misma posición, ella gritó de placer, gimió y se aferró a la espalda de su macho, tanto con sus manos como con sus piernas, que rodearon la cintura de Jose.

Entonces su macho comenzó a moverse y se la metía muy profundo, mi esposa gritaba y gemía como una loca, estaba gozando como jamás yo la pude hacer gozar.

Ana: Aayyyyyy siiiiii, metémela hasta el fondo hijo de putaaaaaa, me estás matandoooooooo… pero no pares… no pares… Ahhhhh ahhhhhhhh aaahhhhhhhhhh ssssiiiiiiiiiiiii… assssiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

Y la vi teniendo un tremendo orgasmo… quizás el más largo orgasmo que haya tenido en toda su vida. Después me dijo que sintió lo que ella describió como varios orgasmos en cadena. Y no fue el primero (cosa que yo creí que así era) era el tercero que su macho le había hecho tener.

En ese momento no pude aguantar más y exploté, largando leche de mi pija, directo al suelo, justo al lado de donde estaba la marca de mi primera acabada, que había sido cuando Ana lo cabalgaba, el movimiento de las tetas de mi esposa me había hecho acabar la primera vez, y sinceramente pensé que no volvería a acabar, pero estaba muy equivocado, ya que cuando su macho comenzó a hacerla gozar tanto, se la estaba cogiendo con una fuerza increíble, y eso provocaba un movimiento de sus tetas que era distinto al anterior, pero igualmente me excitó muchísimo, eso junto con el orgasmo de mi esposa, hicieron un combo en mi cabeza, que sentenció mi segunda acabada, más abundante aun, que la primera.

Pero faltaba lo mejor, en ese momento Jose sacó la verga y comenzó a masturbarse, llenándole de leche a mi esposa toda la panza, bastante leche también le cayó en las tetas, y uno o dos chorros fueron a dar a la garganta y a la cara de Ana… era impresionante la leche que largó este semental. Sin mentir, eran por lo menos 4 acabadas mías, no lo podía creer yo, y mi esposa tampoco.

Ana comenzó a reírse, creo que por los nervios, era realmente mucha la leche que Jose le había largado a lo largo de su cuerpo. 

Pero después me contó Ana, que se reía porque sintió algo raro, una mezcla de culpa y temor por lo que había hecho en frente mío, ya que no sabía como yo iba a reaccionaren ese momento, mas allá de que ella me vio acabando mientras los miraba.

A la mañana siguiente, mientras cogíamos recordando todo lo que había pasado la noche anterior, Ana me decía que tenía miedo de que yo me enoje, al verla gozando tanto con un extraño, al verla tan sacada, no se sentía ella misma, y eso es lo que le daba culpa.

Pero mientras me lo decía, yo la penetraba más y más profundo, y más y más fuerte, como cuando recién nos conocíamos, y tanto ella como yo, entendimos que esto que había pasado, había servido para avivar la llama de la pasión que veníamos perdiendo con el paso de los años.

Después de un rato, nos duchamos y salimos a comprar. Cuando regresamos a casa, ella me confesó que había visto un guardia de seguridad en el shopping, y que le habían entrado unas ganas locas de cogérselo. 

Diciendo esto, me agarró de la cabeza y me obligó a bajar a chuparle su conchita, que estaba bastante mojada. No tardó nada en acabar, en apenas un ratito ya había llegado al orgasmo, me imagino que pensando en su próximo amante, el guardia del shopping.


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