No sé qué había pasado, pero nuestra relación había pasado de ser apasionada, ardiente, morbosa y fantástica, a ser una relación normal. Perfectamente normal. Muy vainilla como decía él.
David no volvió a ser ni Mi Señor, ni Mi Pecoso, simplemente algo cambió. Se fue distanciando. Y aunque seguíamos en contacto, no era igual.
Buenos días, buenas noches, todo muy amigable. Algún mensaje subido de tono por ambas partes. Me ponía muy cachonda cuando me decía las ganas que tenía de follarme, pero llevaba mucho tiempo sin ser Mi Señor, sin ser Mi Pecoso.
Le echaba mucho de menos, me sentía vacía sin él, pero prefería tenerle de una forma amigable a no tenerle, aún deseándole cada minuto del día. Deseaba su posesión, deseaba servirle.
Un viernes después de darme los buenos días, desapareció. Nada de nada, estaba preocupada, nunca había hecho algo así, hasta que el domingo por la tarde me sonó el WhatsApp:
- Buenas tardes Mi Pecosa, sé que te he causado preocupación y quizás dolor, espero que me perdones, pero tenía que alejarte de mí. Y ahora lo he hecho de verdad.
Algo en mí se revolvió, hacía semanas que no me llamaba Mi Pecosa, me dio un vuelco el corazón.
- Hola Mi Pecoso, me tenías muy preocupada. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué dices eso?
Por un lado me alegraba saber de él, pero no me gustaba eso que había leído “tenía que alejarte de mí “.
Mis ojos se inundaron de lágrimas, de una parte de alegría por saber de él y por otra de rabia.
Le quería con toda mi alma, esa sensación de vacío desde que no era Mi Señor, desde que de alguna forma había renegado de mí, me hacía sentir desprotegida, desamparada.
No sé si eso era normal en el mundo que me había enseñado, en el mundo que yo había abrazado gracias a él, el mundo que me había enseñado mi propia esencia.
Y sí, me esforzaba por darle TODO el placer que él necesitaba y a la vez al dárselo, sentía en mi sumisión, una verdadera vocación. Una verdadera fuente de placer y de realización personal.
- Perdóname, no sabía cómo decírtelo, pero me han concedido un ascenso y me he tenido que trasladar a Alemania.
No te enfades por favor, quería que te fueras acostumbrando a mi ausencia. De esta manera, no te resultará tan difícil. Te quiero amor.
- ¡Cuánto me alegro por tí! Te lo mereces, has trabajado mucho y te lo has ganado a pulso. Espero que todo te vaya fenomenal. Yo también te quiero amor.
Se hizo el silencio en el WhatsApp. Por la noche me volvió a escribir, y al día siguiente, y los días sucesivos.
Me contaba cómo le iba en la empresa en su nuevo puesto, y aunque no mucho, poco a poco le notaba más Mi Pecoso, y eso me hacía tener esperanza de que volviera a ser Mi Señor.
Los mensajes volvieron a ser más regulares, más calientes, y morbosos. Hasta que una noche:
- Noemí, ¿Deseas servirme una última vez? ¿Deseas ser Mi Putita? Quiero que seas Mi Putita, Mi Sumisa.
Mi coño palpitó, ¿qué si lo deseaba? Lo deseaba con toda mi alma, deseaba ser suya, que me volviera a aceptar como suya, su sumisa, su putita.
Esta vez, no se arrepentiría de darme una nueva oportunidad, me entregaría más y le daría la confianza de mostrarse tal y como es. La distancia no sería un impedimento. Quería volver a ser SUYA, SU PUTITA.
- Sí Mi Señor, lo deseo.
- Sí Mi Señor.
Me llegó un nuevo mensaje con lo que quería que hiciera, solo leerlo me excité.
Me preparé nuevamente para él, me duché y me puse solo un tanga negro y unos zapatos de tacón. Me hice un moño y dispuse el móvil encima de la mesilla de noche.
Me puse mirando al móvil, puse el temporizador de la cámara y me saqué una foto arrodillada, agachada con mi pecho a las rodillas, brazos extendidos con las palmas hacia arriba y la cabeza baja mirando al suelo.
Esa foto reflejaba mi estado puro de sumisión a él. Respiré hondo y le mandé la foto en señal de que ya estaba lista para él. A los pocos segundos sonó el WhatsApp con un nuevo mensaje.
- Mi Putita se va a azotar para mí, cada vez que te azotes dirás el número en voz alta. Deberás grabarlo en audio. ¿Entendido?
De momento Mi Señor solo quería audios, y me debía azotar.
Nunca había hecho nada así, pero Mi Señor quedará satisfecho.
Puse el WhatsApp para grabar el mensaje, y me dispuse a obedecer:
Me azotaba con la mano, sabía que a Mi Señor le encantaba azotar con la mano. Pero también sabía, que quería dejarme marca, mis nalgas coloradas le excitarían como si lo hubiese hecho él mismo. Así que cogí mi zapatilla y continué.
- Zas, quince. Zas, dieciséis. Zas, diecisiete…..
Me dolía, a cada azote respiraba profundo antes de decir el número, me quemaba el culo, así que al llegar a veinte cambié de nalga para darme otros veinte más.
No sabía cuántos necesitaba Mi Señor para estar complacido, pero no podía con muchos más. Terminé de grabar el audio y se lo mandé.
Mientras que respondía Mi Señor, me hice unas cuantas fotos del culo colorado para ver cómo lo tenía.
- Mmmmm cómo me pone Mi Putita. Buena chica. Muéstrame. Quiero que te pongas a cuatro y te saques una foto de ese hermoso culo que tienes.
Le mandé la foto, mi culo estaba marcado, lo tenía caliente y dolorido, si Mi Señor estuviera aquí, estaría muy muy cerdo.
Aunque seguro que me hubiera azotado más, y más fuerte. Ese pensamiento hizo que mi coño se mojara más de lo que estaba.
- Ummm Noemí, no sabes cómo de cerdo me pones.
Me correría en esas estufas que muy obedientemente te has marcado para mí.
Estaba dolorida y cachonda a partes iguales, deseaba a Mi Señor, complacerle.
Y esperaba con ansia su siguiente orden.
No se hizo esperar: “Cuando te llame, contestarás y harás exactamente lo que te diga. ¿Entendido Mi Putita?”
A los dos minutos sonó una videollamada de WhatsApp. Y ahí estaba yo, como un resorte dispuesta. Coloqué el móvil nuevamente en la mesilla y descolgué.
Me puse en posición, esta vez arrodillada con las piernas abiertas y las manos entrelazadas en la nuca, con los codos abiertos hacia fuera.
Tenía los pezones duros, y mi coño mojado. Estaba muy excitada, quería probar todas sus perversiones.
- Noemí, necesitarás el satisfyer, unas pinzas de la ropa y un rodillo de amasar. Ve a por ello rápido y vuelve con tu Señor.
Preparé todo lo que me había pedido, volví delante del teléfono y me volví a arrodillar.
“Ahora Noemí, tócate las tetas, pellizca tus pezones y ofrécemelos. ¡Cómo me gustan! Ya están bien duritos. Ahora ponte por favor las pinzas sobre ellos.”
Cogí las pinzas y acariciándome las tetas me puse la primera de las pinzas. ¡Ay! Dolía, respiré y repetí la misma operación en la otra. Nunca me había pinzado los pezones.
Qué experiencia más extraña.
“Muy bien, ahora mueve una de las pinzas, solo un poco mientras te tocas el clítoris. Así, muy bien.”
Agarré la pinza izquierda y la moví, de derecha a izquierda, dolía, dolía.
Pero a la vez, estaba excitada y me gustaba, era un dolor delicioso.
Con la mano derecha obedecí, y comencé a tocarme el clítoris.
El pezón derecho reaccionó al dolor placentero que recibía su hermano.
Mi coño se mojaba, mis dedos acariciaban mi clítoris, recorrían los labios interiores para volver a subir al comienzo de mi pubis.
“Muy bien Mi Putita, eres obediente. Repite lo mismo en el otro pezón. Cuando lo hayas hecho pon el rodillo de amasar entre tus piernas, no quiero que se mueva de ahí. Coge el satisfyer y empieza a darme tu placer”
Puse el rodillo a la altura de mis rodillas, las ajusté para sujetarlo, cogí el satisfyer y empecé con un nivel suave a acariciarme el clítoris.
Lo iba moviendo tanto por la zona de arriba como por la de abajo. Fui aumentando la velocidad, me dolían los pezones, cuánto más excitada estaba más me dolía. Pero necesitaba ese dolor, ese placer que estaba dando a Mi Señor.
“Levanta la cabeza, quiero ver tu mirada. Métete los dedos en el coño, y fóllate”
Levanté la mirada, ahí estaba él, mirándome, serio, con los ojos oscurecidos, no le veía las manos, me preguntaba qué estaría haciendo con ellas.
Introduje mis dedos, y empecé a follarme como había ordenado.
El satisfyer seguía succionando mi clítoris descapullado.
Mis piernas intentaban cerrarse pero el rodillo lo impedía, qué sensación, no poder moverme, necesitaba mover las caderas, pero y si se caía…¿Qué pasaría? Dios, se me iban las caderas, movimiento de vaivén, más y más…
Se cayó el rodillo, no podía creerlo.
“¡Para puta! se te ha caído. Tendré que castigarte. Azótate diez veces en cada nalga con la zapatilla. Cuenta para mí “
Nunca me había llamado “puta”, nunca me había castigado. Me asusté, su voz sonaba seria pero a la vez mi coño se inundó de un mini orgasmo.
Intenté que no se notara, no quería más reprimendas. Me puse de espaldas a la cámara, y empecé a azotarme contando cada uno de los zapatillazos.
Cuando terminé tenía aún más encendido y dolorido el culo. No creía que ni siquiera pudiera sentarme.
“ Buena chica, solo quiero demostrarte que no todo sería placer. Ahora vuelve a ponerte el rodillo y dame ese orgasmo, juega con tu clítoris, tus tetas o tu coño. Pero córrete para mí ”
Me giré y volví a colocar el rodillo entre mis piernas, asegurándome de ponerlo en un sitio más fácil de sujetar, justo encima de las rodillas.
Metí el satisfyer entre mis labios y lo puse en marcha, con la otra mano acariciaba mis tetas, no sabía si podía quitar o no las pinzas, pero esa sensación de dolor me excitaba.
Pasé a acariciar mi tripa y bajé por mi monte de venus.
Mi clítoris estaba hinchado, híper estimulado, casi dolorido, y mi orgasmo a las puertas.
Tiré el satisfyer e introduje mis dedos, profundamente, tocando esa pared rugosa que nos lleva a un clímax inigualable.
La rozaba, la acariciaba, la daba pequeños golpecitos y…. ¡Sí, sí, sí! mi orgasmo llegó, no podía cerrar las piernas, y tampoco abrirlas para moverme, no quería que el rodillo se cayera, así que me doblé sobre mí misma, y apretándome el coño con la palma de la mano, agarrando fuerte mis labios , gimiendo como una perra, llevé hasta mi Señor mi placer.
“Buena chica Noemí, ahora recibirás tú mi placer “.
Movió la cámara y se empezó a masturbar.
Tenía la polla dura, perfectamente erecta, se le veían marcadas las venas.
Se la meneaba de forma brusca, aunque solo se daba en el glande, sonaba fuerte, me excitaba verle.
Yo seguía de rodillas mirándole sin pestañear, me encantaba la forma en que se masturbaba, casi nunca le había visto.
Estaba contenido, empezó a gemir, se le escapaban gemidos cada vez más fuertes, cada vez más toscos, cada vez más altos: “
Mi puta, mi Putita, esto te pertenece, toma, toma, toma. Mi puta …. Mi puta….. Te quiero”
Un silencio prolongado.
“Muchas gracias amor, descansa, mañana hablamos. Te quiero”
Cortó la llamada y fue en ese momento cuando algo en mi interior se dio cuenta de la primera frase de David.
¿Servirle por última vez? Me quedé pensativa y dubitativa. No sabía qué había pasado exactamente.
Los días sucesivos fueron más o menos normales, pero le volvía a notar distante.
Un día recibí una llamada, estuvimos hablando por largo rato, quedé desconsolada. Nuestras últimas palabras coincidieron: Te quiero.
A los pocos minutos sonó el WhatsApp.
“Noemí, Mi Putita, Yo tu Señor te libero. Quiero que Mi Pecosa, Mi amor, sea libre y feliz.
No te puedo pedir que vivas condicionada ni atada a mí. No sería justo para ti.
Me has dado mucho y te lo agradezco. Gracias por haber formado parte de mi vida.
Te quiero Pecosa”
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