¿A quién no le ha pasado estar caliente todo el día? Incluso verdaderas rachas de estar excitada todo el día y toda la noche.
Así es, por la noche.
Despertarte y notarte mojada, y ya no solo eso, si no moverte y, al hacerlo, notar los efluvios de hace unas horas, cuando para poder dormirte te has tenido que masturbar.
Ese olor a “sexo” aunque sea en solitario, es embriagador, cautivador.
Y te invita a repetir, tú quieres dormir, pero todos los poros de tu piel piden a gritos placer, piden abrirse para volver a segregar ese sudor, ese olor tan característico.
Rozo los cincuenta años, y cada vez soy más activa sexualmente, cada vez deseo más y más, como decía la canción de La Unión, y busco ya no solo pareja para satisfacer mis necesidades, también leo y veo porno, y lo disfruto, cosa que hace unos años ni por asomo lo hacía.
No sé si serán síntomas de la “pre-menopausia” o simplemente soy yo que he cambiado.
Pero mi apetito sexual se ha desbordado.
Me he vuelto insaciable.
A veces en el trabajo no puedo dejar de pensar en ÉL, ese hombre al que me he vuelto adicta. Sí, sí, porque los hombres también son adictivos.
Ese hombre que, con sus palabras, sus actos y sobre todo su forma de tratarte, hace que te enganches a ÉL como una garrapata.
Sabe lo que quieres, o mejor dicho lo que necesitas, y todo con un solo “Hola”. Ese hombre que te despierta instintos dormidos, o que ni siquiera sabías que tenías, pero que ÉL y sólo ÉL ha sabido sacar.
Pues sí, señores y señoras, ese hombre existe y no, no está en mi imaginación….
O quizás sí, porque no sabéis la de veces que me folla mientras me masturbo sola en la oscuridad y silencio de mi habitación.
Un silencio solo roto por mis gemidos ahogados y la vibración de mi fiel amigo el Satisfyer.
Sus palabras resuenan en mi cabeza, sus audios hacen que mi piel se erice, y mi coño se moje solo con pensarlo.
Porque claro, una no es de piedra, y tras un día de intenso trabajo, llegar a casa, quitarte los zapatos, ir directa a la habitación para liberarte…
Eso no tiene precio.
Quitarte el sujetador, quedarte en braguitas brasileñas, y una camiseta de tirantes e ir a por una copa de vino blanco bien fresquita… Es inmejorable.
Pero saber que cuando ya el día está llegando a su fin, ÉL aparecerá en mi móvil y, desde el primer hola hasta la última palabra, Giff o emoji será placer y solo placer….Eso, señores, es para vivirlo, y no tiene precio.
Su voz, una voz varonil, susurrándome las más sucias, ricas y pervertidas cosas al oído; mientras mis dedos se deleitan en mi coño deseoso.
Oírle disfrutar… Porque claro, aquí no solo disfruto yo, ÉL también lo hace, y de qué manera.
Sus gemidos me vuelven loca, sus frases entrecortadas gozando, y sus bufidos en el orgasmo llevan a mi cuerpo a un estado de frenesí y desenfreno como nunca antes lo había hecho nadie.
Como anécdota o más bien para que os hagáis una idea, os contaré lo que me ha pasado hoy.
Aunque parezca contradictorio, ayer domingo no me toqué. Solamente hablé con ÉL de manera distendida, aunque en casi todas nuestras conversaciones hay cabida para toques sexuales, eróticos o pornográficos.
Así que creo que mi cuerpo y mis ganas estaban sobrecargadas, tanto que un solo mensaje de Whatsapp hoy, ha desencadenado lo que a continuación os voy a contar.
Ha sido un día de mucho estrés en el trabajo, demasiado jaleo, por lo que el móvil ha estado aparcado debajo de la pantalla del ordenador hasta casi las cinco y media de la tarde.
Cuando lo he cogido he visto que había escrito, mi cuerpo ha reaccionado directamente, excitación constante.
No es habitual que me escriba durante el día, por motivos laborales, así que me extrañó que lo hiciera, respondí a su mensaje, y le pedí perdón por no haberle contestado antes.
No sé muy bien por qué lo hice, pero así me salió, ya que había escrito a las tres de la tarde.
- Perdonada – Respondió
De una conversación normal mi mente se desvió.
- Y yo que pensaba que me ibas a castigar, jijiji
- ¿Quieres unos azotes? O mejor aún…. ¿Unos pollazos?
Había risas en forma de emojis, pero yo ya estaba excitada. Y mi respuesta fue la más obvia.
“¿Por qué no puedo tener las dos cosas?” Respuesta sencilla a unas preguntas aún más sencillas para alguien que está revolucionada.
ÉL no estaba menos que yo, se le notaba que se iba poniendo más bruto, más rudo, más cerdo.
- Una buena mamada profunda, hasta que se te salga toda la baba por las comisuras.
Fui como le gusta a ÉL, y le mandé un video de una mujer apoyada en la pared, en cuclillas mientras un hombre le follaba la boca con las manos sujetas encima de su cabeza.
- ¡Joder! Cómo me gusta que te pongas así de perra.
- ¿Sabes una cosa? Mi coño está mojado.
- ¿Sí? Apriétalo, métete la mano por dentro del pantalón y métete los dedos.
- ¿Me vas a masturbar así? ¿Sabes lo que haré? Apretaré y relajaré los músculos de mi coño, y tú sentirás cómo tu polla está siendo abrazada por él.
Allí sentada en la oficina, mientras mis compañeros trabajaban, mi coño estrangulaba la polla imaginaria que ÉL me había metido.
Yo seguía trabajando, tecleaba en el ordenador mientras mi coño se contraía y relajaba. ÉL me seguía escribiendo, animándome a continuar. Y llegó la pregunta:
- ¿Eres capaz de correrte así y ahí?
- Claro que puedo.
Solo pensarle me excita, y saber que está pendiente de lo que hago aún más.
Saber que ÉL se estará poniendo duro y cerdo, muy cerdo para mí, hace que mis bragas se vayan mojando con cada presión muscular.
Noto cómo se humedecen, cómo mis mejillas se van ruborizando y cómo me va subiendo la temperatura.
Me entra una llamada telefónica, un cliente, me cuesta concentrarme en sus palabras, sería fácil dejar de contraer, pero no quiero hacerlo, me excita mucho más, y así se lo hago saber a ÉL.
- No pares, sigue. Quiero que te corras.
Atiendo al cliente, tengo que dejar pequeñas pausas en la conversación para acallar mis gemidos internos. ¡Dios! Qué morbo.
No puedo parar, la respiración se me nota ya agitada.
Creía que iba a ser capaz de controlarme, y casi lo era hasta que:
- Quiero que vayas al servicio, y te masturbes. Bájate los pantalones, las bragas, y tócate. Quiero que pienses, que ahí sentada, mientras te tocas ese clítoris hinchado, yo estaré de pie frente a ti, y te follaré la boca como a la chica del video.
No pude más, eso terminó de desencadenar la “puta cerda” que llevo dentro.
Dejé automáticamente de contraer el coño para finiquitar lo más rápido posible al cliente.
Colgué y me fui corriendo al servicio, cerré la puerta, saqué el móvil que me había guardado en el bolsillo del pantalón, me los desabroché y me bajé la brasileña.
Cuando estaba sentada en la taza, empecé a tocarme con desesperación, y un nuevo mensaje suyo apareció en la pantalla: “Abre la boca, que te voy a escupir en ella, y luego te atragantarás con mi polla”
Le conozco bien, y cuando me habla así, está muy cerdo, y solo quiere el sexo más cerdo y guarro que pueda ofrecerle.
Mis dedos frotaban con rudeza mi clítoris, no tardaría mucho en correrme, pero necesitaba su lenguaje obsceno, sucio y guarro.
Y sabía cómo lograrlo, le vuelve loco mi sonido.
Así que le mandé un audio de mis dedos recorriendo todo el charco que tenía por el coño.
Era un sonido inconfundible, estaba empapado, solo con movimientos de delante a detrás, y ya cuando los introduje…. Ese chof, chof, chof sacaría ese lado oscuro que tanto me gusta.
- ¡Joder! Córrete para mí, eres mi puta. Mi putita te voy a follar la boca, me correré en ella, y después…. Después te besaré, compartiremos mi leche.
Pero ahora quiero ver ese coño enrojecido y chorreante.
Sé lo que me gusta, y sé lo que le gusta.
Puse de nuevo el móvil a grabar, esta vez con mi palma azote mi coño, se oía perfectamente, y ÉL lo adivinaría.
Lo ha escuchado muchas veces, y de muchas maneras. Sonido seco cuando acabamos de empezar, y otro diferente como cuando de pequeña saltabas en los charcos, así es como suena mi coño cuando está empapado.
Y ahora mismo, tendría que llevar unas buenas botas de agua.
¡Cómo estaba! Se me llenó la palma de fluido, salpicó hasta la pantalla del móvil.
Introduje mis dedos en él, una y otra vez, los metía y sacaba, hasta que el orgasmo llegó, cerré las piernas aprisionando mi mano dentro, me hice casi un ovillo y mordí el brazo para silenciar los gritos que salían de mis entrañas.
Continuaba moviendo mis dedos en el interior cuando llamaron a la puerta del servicio.
- ¿Estás bien? – Preguntó una compañera
- Sí, sí, estoy bien. – Respondí como pude.
Sabía que cuando saliera estaría esperando para entrar, así que me limpié rápidamente, no sin antes mandarle el audio.
Respiré y me recompuse, pero salí un poco cabizbaja emulando un ligero malestar.
- Perdona por tardar, pero no me encontraba bien.
Lavé mis manos, y me refresqué la cara. Llegué a mi puesto de trabajo casi a la hora de recoger y salir.
Una vez en el coche, revisé el móvil, y ahí estaba su mensaje…
- Sé que te has quedado con ganas de más, tócate en el coche.
Me has puesto la polla durísima, como nadie me la ha puesto jamás. Ahora tendrás que vaciarme los huevos.
No contesté, llevaba las piernas temblorosas, y necesitaba llegar a casa sana y salva.
Y si me quedaba allí…. Mis piernas fallarían. Además, seguro que por la noche me llenaría nuevamente de atenciones.
Las ingles aún me temblaban del orgasmo que acaba de tener, el morbo de masturbarme en el trabajo, y ya no solo eso, sino de casi correrme en la oficina con mis compañeros al lado hicieron que mi conducción a casa fuera algo peligrosa, el coche me daba pequeños tirones en los cambios de marcha, ya os podéis imaginar a qué era debido.
Al llegar a casa fui directa a liberarme y a por mi copa de vino.
Me quité los zapatos en la entrada, me fui a la habitación, me desvestí y, ahí estaba de nuevo ese olor cautivador y embriagador, cogí las brasileñas y las olí más de cerca.
¡Cómo me gusta el olor a sexo! Puro aroma de mi lujuria.
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