No sé el tiempo que estuvimos allà parados en medio del pasillo, solo sé que el tiempo se detuvo, y solo podÃa pensar en lo que podrÃa llegar a pasar.
¡Menos mal que habÃa ido a la esteticista! Pensé mientras con mis brazos le abrazaba y mis dientes mordÃan su labio inferior.
- No soy de los que tienen sexo en la primera cita, pero...
- Yo tampoco, pero ¿por qué negar la evidencia? Te deseo.
No podÃa creer que aquellas palabras hubieran salido de mi boca, pero total, qué podÃa perder... NADA, él ya habÃa dado el primer paso.
- Nos saltamos la cena, ¿verdad? – Dijo atrayéndome hacia él, besándome el cuello y bajando su mano hacia mi culo.
- SÃ. – Dije en un suspiro.
Salimos del centro comercial, me miró y preguntó si preferÃa ir a su hotel o a mi casa. Mis vecinos son muy cotillos, asà que nos fuimos a su habitación.
Su hotel estaba a unas manzanas, fuimos dando un paseo, cogidos de la mano como enamorados. Nos mirábamos, y sonreÃamos, se notaba el nerviosismo.
Llegamos al hotel, se acercó a la recepción para pedir la llave y cuál fue mi sorpresa:
- Buenas noches, por favor, habitación 403.
- Sà señor, está todo listo. En diez minutos subirá el camarero.
No entendÃa nada, ¿qué habÃa sido eso? Julián me agarró de la mano guiándome hasta el ascensor. Entramos y las puertas se cerraron.
Le miré y un impulso irrefrenable me llevó a sus brazos, me lancé a su boca, comiéndosela, devorándola. Mis manos recorrieron su cuello, sus hombros y su pecho hasta llegar al lÃmite de su cinturón.
Su mano me frenó: “Espera Eva, aquà no” y con un dulce beso me abrazó.
Llegamos a nuestra planta y nos dirigimos a su habitación. Abrió la puerta y me pidió que cerrara los ojos.
Entré a la habitación con los ojos cerrados, su mano se aseguraba de que no viera y no hiciera trampas, nerviosa, me sentÃa como la protagonista de una pelÃcula romántica. Julián mi guio con los ojos cerrados por la habitación.
Encima de la mesa habÃa un ramo de rosas blancas y una cajita muy bonita con un lazo precioso haciendo de cierre. En una bandeja dos copas de champán, y al lado, un botellero con una botella de champán puesta al frÃo.
- Quizás te parezca demasiado, pero indistintamente de lo que vaya o fuese a pasar, esto lo tenÃa planeado. Y quiero que lo disfrutes y aceptes mi regalo.
Me cogió de la mano y depositó en ella la cajita, dentro habÃa un collar con un corazón, sencillo pero precioso. Lo tomó de mi mano y poniéndomelo alrededor de mi cuello dijo:
- Ahora, nuestro vÃnculo está completo.
Le miré a los ojos, puse mi mano en su mejilla y nos besamos apasionadamente.
Nuestras bocas empezaron a devorarse de nuevo, nuestras lenguas bailaban al mismo ritmo y nuestras manos comenzaban a explorar el cuerpo del otro.
La sensación de sentir sus manos por primera vez en mis caderas, en mi culo. Cómo lo apretó y suspiró al mismo tiempo. ¡Qué gozada! Sus grandes manos en mis nalgas.
Acarició mi espalda buscando la cremallera del vestido que me habÃa comprado para la ocasión.
Vestido de corte imperio, ajustado debajo del pecho y de caÃda ligera hacia las caderas para disimular la tripita. De color naranja fuerte, que hacÃa resaltar mi blanca piel. De tirante ancho y largo hasta media caña.
Vestido ideal para disimular todo lo que no me gusta de mi cuerpo. Acompañé el vestido con unas sandalias en cuña con suela de esparto que estilizan mis ya de por sà largas piernas.
Bajó la cremallera y, con delicadeza fue desvistiendo mis hombros mientras los colmaba de besos. La suavidad con la que maniobraba me excitaba y a la vez me irritaba.
Yo querÃa llegar rápido a la meta, pero él era más de maratón. Asà que me relajé y sabiendo que iba a gozar por las formas en la que me lo hacÃa, me dejé llevar.
Mi vestido fue recorriendo mi cuerpo lentamente, perseguido de cerca por los labios y manos de Julián.
Al pasar la frontera de mis caderas, el vestido cayó de golpe sobre el suelo de la habitación. Se separó y me analizó, me sentà un poco avergonzada, pero su mirada lo dijo todo. TransmitÃa deseo.
Mi sujetador de encaje negro dejaba entrever mis pezones duros, sus manos apretaron mis pechos, los sacó de las cazuelas y los lamió dulcemente. Los metió en su boca y succionó.
Notaba como el flujo salÃa lentamente e iba mojándome las braguitas, esa humedad, esa mancha que a muchos hombres enloquece. Bajó su mano por mi tripa hasta el encaje de mi braga siguiendo la lÃnea del ombligo hacia abajo y frotó su mano contra mi braga.
- Eva, estás empapada. Tendremos que hacer algo.
Se arrodilló y lentamente me bajó las bragas, recorriendo con su boca todo el descenso de las mismas.
Una vez desnuda frente a él salvo por el collar, me cogió de la mano y me hizo girar sobre mà misma, me estuvo analizando no, mejor dicho, admirando mi desnudez.
Dos segundos en los que me sentà muy incómoda, pero luego de su boca solo salieron palabras de admiración y halagos, eso hizo que me sintiera bien conmigo misma y me relajara.
Después de un par de vueltas cogida de su mano, me soltó y me pidió que girara yo sola. Después me cogió y me sentó encima de la mesa, apartó el jarrón con las flores y descorchó la botella de champán.
- Vamos a brindar por el comienzo de algo especial, ¿no crees?
No conseguà que de mis labios saliera palabra alguna, pero de entre mis labios inferiores afloraba un brillo especial.
Tomó una copa, la llenó, se la llevó a los labios y dio un sorbo. Se acercó a mà y me besó.
¡Qué rico estaba! QuerÃa más. Repitió la operación, pero esta vez fue dejando caer el champán por mi clavÃcula, lentamente.
Las gotas recorrÃan mi piel erizándola, tragó un poco para dejar caer el resto sobre mi pecho izquierdo, con la boca en forma de “o” introdujo mi pezón y comenzó un maravilloso y ardiente masaje en él.
Mi cuerpo desnudo sobre la mesa se contorsionaba a cada estÃmulo provocado por su lengua, sus dientes o sus labios. Prosiguió bebiendo y tirando pequeñas cantidades de champán sobre mi cuerpo.
Lo recorrió con verdadero ahÃnco y devoción, todo mi torso habÃa sido bañado en champán. Cogió una silla y la colocó entre mis piernas, se sentó y me recostó sobre la mesa, quedando apoyada sobre los codos.
La botella seguÃa en la cubitera mientras observaba atentamente mi sexo ante él. Acarició mis piernas por la parte interna del muslo, acercó su cara, besó ambos muslos y despacio, muy despacio, fue acercándose a mi humedad.
Sus labios besaron los mÃos, su lengua se hizo paso entre mis labios rozando sutilmente mi clÃtoris, sus manos seguÃan en mis muslos, sus pulgares separaron mis labios como cuando separas las conchas de una almeja.
Asà quedó mi coño, expuesto entero para él.
Con la mano derecha agarró la botella y vertió un buen chorro sobre mi cuerpo desde el cuello creando un rÃo de champán cuya desembocadura era...Se arrodilló delante de la desembocadura con la boca abierta, bebiendo del rÃo improvisado.
Paró, lamió mi coño y empezó a estimular más directamente mi clÃtoris. Ondas de placer recorrÃan mi cuerpo, la piel erizada, los pezones durÃsimos, la espalda arqueada y mis manos agarradas al otro extremo de la mesa por encima de mi cabeza.
Coloqué mis pies en sus hombros y acerqué el culo al filo de la mesa.
- Sigue, no pares. – dije con la voz entrecortada
Su lengua jugueteaba vilmente, cuando sentà sus dedos hundiéndose en lo más profundo de mi ser.
Un gemido se escapó de mi boca. Besos, lametones y embestidas bien ejecutadas hacÃan que mis ingles empezaran a temblar.
Mi cuerpo comenzaba a desprender ese tÃpico olor a placer, ese olor embriagador. Su lengua jugaba, sus labios succionaban y sus dedos penetraban mi ser sin piedad.
- Eva, córrete para mÃ. ¡Libérate! ¡Siente, no pienses!
Cual tsunami un orgasmo devastó mi cuerpo, haciéndome cerrar las piernas con la cabeza de Julián aún entre ellas. Mis piernas temblaban, mi cuerpo sudaba, mis poros desprendÃan deseo, lujuria y placer. QuerÃa más, y sabÃa que Julián no habÃa terminado aún.
Esperó pacientemente a ser liberado de entre mis piernas, levantó la cabeza y recogió todo mi placer dejándome limpia. Recorrió mi cuerpo nuevamente con sus labios y mirándome fijamente a los ojos:
- ¿Estás segura? Si das el siguiente paso ya no habrá marcha atrás.
- SÃ, lo estoy.
Se acercó al escritorio, abrió el cajón y tomó algo de dentro. Volvió hacia mà con las manos a la espalda, me pidió que cerrara los ojos y que confiara.
Sentà sus manos alrededor de mi cuello, notaba algo en el collar, sin saber exactamente lo que era. Cuando oà un chasquido como un enganche.
- Ya está pequeña, ven conmigo.
Abrà los ojos y vi que mi collar, el que era sencillo pero precioso, también era para mi correa como SU sumisa. Mi corazón se aceleró, llevaba más de un año esperando, muchas cartas, mucha información y por fin hoy, mi iniciación.
- Tranquila, hoy solo disfrutarás de las caricias y mimos de tu Señor, otro dÃa vendré y firmaremos el contrato.
De la correa, desnuda y súper excitada me guio hasta la cama, donde habÃa preparado unas cinchas. Me ordenó tumbarme en la cama y ponerme en cruz.
Ató mis tobillos a las cinchas inferiores y éstas a su vez al cabecero inferior de la cama.
Misma operación con mis manos, éstas atadas al cabecero superior. Cogió un pañuelo y tapó mis ojos, como si estuviera en una cruz de San Andrés, terminó de derramar el poco champán que quedaba por encima mÃa.
Mi respiración se empezó a agitar, al sentir su lengua recorriendo todo mi cuerpo, ya no solo en mi sexo como en la mesa, si no por mi monte de venus, alrededor de mi ombligo, subir hacia mis pechos, notar su lengua en mis pezones, sus dientes rozándolos suavemente, para continuar hacia mis clavÃculas.
Mis otros sentidos se fueron agudizando, hasta el punto de poder oÃr sus latidos acelerados cuando pasaba su pecho por encima de mi cara para volver a recorrer mi cuerpo otra vez, pero en sentido descendente.
Dejé de sentirle, de oÃrle, para oÃr ruido en la cubitera. Una gota frÃa cayó en mi ombligo, mi cuerpo se contorsionó, mi mente se abrió y le imaginé desnudo observándome con una buena empalmada.
Lentamente fue pasando un hielo por mi cuerpo hasta llegar a mi pecho. En ese trayecto sentÃa su erección rozando mi cuerpo, sutilmente, como un pincel de acuarelas que se desliza delicadamente por el lienzo.
Rodeó mis pezones, se pusieron muy duros, estaba muy frÃo, tras unos segundos quitaba el hielo y mis pechos entraban en la calidez de su boca.
Varias veces ejecutó esa acción en cada uno de mis pechos, dejando cada vez más tiempo el hielo en ellos. Un dolor placentero inundaba mi cuerpo cada vez que lo hacÃa.
Realmente me gustaban las sensaciones térmicas.
Mi mente voló a los juegos con velas, sus gotas calientes cayendo sobre mi cuerpo…. Ufff! no podÃa dejar quieta mi imaginación, cada una de sus acciones me transportaba a algo más morboso aún.
Mi espalda se arqueó al sentir un intenso frÃo entre mis piernas, deslizó el hielo entre mis labios, dando directamente en mi clÃtoris. ¡Qué mezcla!
El frÃo hielo seguido del calor que emanaba de su boca al pasar su lengua completamente abierta por todo mi sexo.
Notaba cómo el flujo salÃa lentamente y comenzaba a chorrearme hacia el ano. Por supuesto, Julián también se dio cuenta y bajó a limpiarme.
El hielo dibujaba eses por todo mi coño, y su lengua iba borrando cada estela de agua y fluido que dejaba a su paso.
Mis gemidos se hacÃan más audibles hasta que sus dedos me penetraron a la vez que sus labios, esta vez frÃos, succionaban mi clÃtoris tirando de él.
- Auchhhh! Mmmmm ¡¡Dios!!
Forcé las ligaduras de mis piernas y manos al intentar moverme. Una sensación placentera al estar sometida a sus deseos, a su merced, hacÃa que de mi interior ebullera la necesidad de aceptar sin lugar a duda ser suya, su sumisa, su dama, su puta.
Mi cuerpo reaccionaba, mi útero se contraÃa, mis piernas temblaban y querÃa gritar. Cuando sentà el vacÃo.
Su cuerpo se alejó del mÃo, apenas dos minutos. OÃa como trasteaba por la habitación, abrir y cerrar de bolsas, enchufes, mi mente no paraba ni mi cuerpo tampoco. Cada milÃmetro de mi piel deseaba notarle, sentirle.
La cama se hundió un poco, y noté sus manos abriéndose paso de nuevo entre mis piernas.
Sentà su respiración en mi húmedo sexo, sus dedos abrieron mis labios y algo frÃo introduciéndose en mi interior.
Lo acogà plácidamente, su lengua acarició nuevamente mi clÃtoris, mis pezones se endurecieron, y mis labios entreabiertos dejaron escapar nuevamente un gemido.
Su lengua se deslizaba por mi coño, lamiéndolo, saboreándolo, noté su dedo en mi ano. Lo acarició, realizó pequeños movimientos circulares, ejercÃa poco a poco más presión, se fue relajando y dilatando, hasta que lo introdujo sin problemas.
Notaba mi clÃtoris ardiendo, mi coño lleno y mi culo…. Ufff deseoso de él, cuando volvió a separarse. Esta vez menos, hurgó nuevamente y enseguida noté algo frÃo en la entrada de mi culo.
Presionó despacio, poco a poco, hasta que entró entero. Su lengua seguÃa acariciando mi clÃtoris, en el momento justo que entró sus dientes lo mordieron, estremeciendo todo mi cuerpo.
- ¡Qué bella estampa! Nada que envidiar a los mejores desnudos pintados por los grandes artistas de las diferentes épocas.
- Qué pezones más ricos tienes y qué agradecidos. – A renglón seguido sentà cómo los pellizcaba y tiraba de ellos.
Agarró mis tetas, las amasó y las succionó. Se hizo la luz, retiró la venda de mis ojos y con voz autoritaria dijo:
- No quitarás la mirada de mÃ. ¿Has entendido?
Asentà con la cabeza mientras mi lengua repasaba mis labios secos, y mis ojos se habituaban a la claridad. Se acercó al lado de la cama y dio a los botones.
- ¡Joder! - Se escapó desde lo más profundo de mÃ.
SabÃa que mis agujeros estaban llenos, pero no sabÃa que eran vibradores. Los dos vibraban a la vez.
La sensación de sentirme llena ya era de por sà excitante, pero las vibraciones en mi interior eran de lo más…
¿Cómo explicarlo? No hay palabras para describir lo que en mi interior estaba sucediendo.
Julián iba de un lado de la cama a otro, y por supuesto yo, obediente, le seguÃa con la mirada. A la tercera vuelta, notaba las sábanas mojadas debajo mÃa, Julián aumentó la potencia de los vibradores. Ajustó el de mi coño para darle un poco de ángulo.
Él me miraba, mi cara era todo placer, hasta que volvió a subir el nivel, y un gesto de dolor emergió en ella. Julián se acercó y me besó en los labios, al retirarse posó su mano en mi cabeza.
Cada vez eran más intensas, y me costaba mantener mi mirada fija en él. Su cara de vicio y de placer me excitaban casi o más que las vibraciones que mi cuerpo estaba experimentando.
Una vuelta más de potencia y un largo gemido entre dolor y placer surgió de mi boca. Los calambres internos eran el preludio de lo que en unos segundos llegarÃa, mis ingles empezaron a temblar y allà llegó un nuevo orgasmo.
Julián se aproximó a la cama, sacó los vibradores de mi interior, desató mis piernas y las alzó sobre sus hombros, sometiéndome por primera vez.
Mi culo fue suyo, sus embestidas eran salvajes, profundas. Nunca me habÃan follado de esa manera, lo normal era a cuatro, pero él lo hizo conmigo medio atada.
No sentÃa el vaivén y golpear de sus huevos, pero poder ver su cara mientras arremetÃa con lujuria y desenfreno eso, no tenÃa precio.
- ¡Vamos! Arggg. Mmmmm
Manteniéndonos las miradas y entre gemidos de placer, Julián tiró de lumbares hasta que me corrà nuevamente y él llenó mi interior de su esencia.
Mi cuerpo quedó extasiado, las ataduras me privaban de movimiento, por lo que quedé tensionada, extasiada y exhausta.
Julián fue deshaciendo con dulzura los nudos de cada una de mis extremidades, colmando de tiernos besos todo mi cuerpo.
Tumbada sobre su pecho con Julián besándome la frente y peinando mi pelo revuelto, supe a ciencia cierta que él serÃa mi Amo, y que sucumbirÃa a todas y cada una de sus peticiones y perversiones por muy oscuras que fueran.
Jamás me habÃa sentido asà de querida, deseada y protegida.
0 Comentarios
Déjame saber que te pareció este relato, por favor solo te pido que seas respetuoso con lo que escribes