Gemidos y bufidos salÃan de la cabina de depilación. 
  Mayte no salÃa de su asombro, no es que fuera algo inusual, pero esa tarde
  Katia se estaba superando.
  
    
    
    
    
    
    
    
    
      
    
    
      
    
    
      
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
      - ¡Grrrr, toma, toma, córrete!.
    
    
      Bufaba Jorge mientras la sujetaba por la cadera y sus huevos rebotaban..
    
    
      A las seis en punto aparecieron por la puerta dos hombres morenos, altos,
      de complexión normal, buen porte, sus andares denotaban elegancia. 
    
    
      Vestidos de manera casual, con polos en tonos claros, bermudas de vestir
      con cinturón y zapatillas de lona.
    
    
      Una vestimenta muy adecuada para el calor que estaba haciendo. 
    
    
      Con paso firme y seguro, se aproximaron al mostrador, donde les esperaba
      Katia.
    
    
      - Buenas tardes, tenemos cita con Katia.
    
    
      - Buenas tardes, sÃ. ¿Jorge, dos depilaciones?
    
    
      - Sà bueno, yo me depilaré entero y mi hermano Saúl solo el pecho.
    
    
      - Bien, por favor acompañarme. Os llevaré hasta la cabina.
    
    
      Los dos chicos siguieron a Katia por el pasillo.
      ¡Qué mujer! Pensaron los hermanos.
    
    Katia recorrÃa el pasillo con su uniforme. 
    
      Al ser verano, llevaba solo la chaquetilla, con los hombros al aire, y la
      cremallera bajada hasta casi la mitad del pecho. 
    
    
      En vez de los pantalones del uniforme llevaba unos shorts vaqueros que
      dibujan una hermosa figura en ese ya perfecto cuerpo. 
    
    
      Los chicos la seguÃan embobados, y ella sabedora de ello, contoneaba las
      caderas.
    
    
      Katia es muy profesional, pero le gusta coquetear, y jugar, por qué
      no. 
    
    
      Sabiendo perfectamente qué lÃneas se pueden o no cruzar, con quién y el
      momento. Para eso tenÃa un sexto sentido.
    
    
      Llegaron a la cabina, el primero en depilarse serÃa Jorge. Le dejó encima
      de la camilla un tanga desechable y salió para esperar a que estuviera
      listo.
    
    
      A los cinco minutos entró, Jorge estaba ya tumbado en la camilla,
      completamente desnudo, solo se habÃa dejado el diminuto tanga, que
      escasamente cubrÃa el paquete. 
    
    
      Los tangas son unisexs, y para las chicas están muy bien, pero para los
      hombres y más cuando están, digamos bien dotados, no tapa demasiado.
    
    
      Katia le ofreció una toalla de mano por si querÃa taparse un poco más
      hasta que llegaran a la zona genital. Jorge la rechazó amablemente
      aludiendo que hacÃa calor, y que al final, se tendrÃa que ver en mayor o
      menor medida.
    
    Katia comenzó arreglándole las cejas. 
    
      Cogió una gasa, y con las pinzas le fue dibujando la forma perfecta de las
      cejas, limpiando la zona del arco donde no deberÃa haber pelo. 
    
    
      Con la luz puesta sobre la cara de Jorge y ella asomándose por la lupa, la
      visión de Saúl desde el otro lado de la cabina era fascinante. 
    
    
      Los pechos de Katia se dejaban entrever por entre la cremallera, se
      apreciaban pequeños y redondos. 
    
    
      La imaginación de Saúl voló por un momento, deseando tener esos pechos
      entre sus manos, entre sus labios.
      “Seguro que me caben perfectamente en la boca” pensó,
      notando una ligera erección en su entrepierna.
    
    
    
      Cuando terminó con las cejas, untó sus dedos en un poco de aceite con aloe
      vera, y realizó un pequeño masaje en las mismas, calmando las molestias y
      asegurándose de haberlas dejado perfectas.
    
    
      - Por favor, levanta el brazo derecho para que te pueda depilar la
          axila.
    
    
      Pasando una nueva gasa para quitar el posible sudor, Katia limpió la
      axila, puso la cera y tiró, al finalizar el tirón, apretó con la mano para
      calmarla, sintiendo por primera vez la suavidad de la piel de Jorge. 
    
    Después realizó la misma operación con la otra axila.
    
      Al terminar, al igual que con las cejas, las dio un masaje con el aceite,
      para ello se posicionó al lado de la camilla, mirando de frente a Jorge, y
      una vez untadas las dos manos, las acercó a las axilas y comenzó un suave
      masaje en las mismas. 
    
    
      Casi se tenÃa que tumbar encima de Jorge para poder llegar a las dos
      axilas a la vez. 
    
    
      Acercar su pecho al suyo, olerle de cerca, tenÃa un olor embriagador, y no
      era a perfume ni colonia, era su olor corporal, un olor que hizo saltar un
      “click" en Katia.
    
    
      Se aproximó más para llegar mejor a la axila izquierda, rozando su pecho
      con el de Jorge, lo rozó en cada movimiento de ida y venida de las
      manos. 
    
    
      Sus pezones se pusieron duros, y con la ligera tela de la chaquetilla,
      Jorge los podÃa notar en esos pequeños movimientos de vaivén. 
    
    
      Katia se dio cuenta, y cuando supo que Jorge la estaba mirando, se lamió
      los labios, de forma sensual, pasando su lengua por el labio superior,
      delineando perfectamente el labio desde el centro hasta el lado izquierdo,
      y justo cuando llegaba a la comisura, se mordió sutilmente el labio
      inferior por la parte derecha. 
    
    
      Un juego que a Katia siempre le habÃa funcionado para empezar a mandar
      esas primeras señales de...”Quiero jugar contigo” dicho
      finamente.
    
    
      Hora de depilar el torso, hizo la misma operación que con las axilas y
      cejas, limpió el posible sudor pero esta vez además, echó un poco de
      polvos de talco para evitar que sudara mientras le depilaba. 
    
    
      No tenÃa demasiado vello, se notaba que llevaba tiempo depilándose. 
    
    
      La zona de los pezones es muy sensible, tanto en mujeres como en hombres,
      asà que Katia puso especial cuidado, aprovechando ese cuidado para rozarle
      y acariciarle cerca de ellos. 
    
    
      Siempre con profesionalidad, por si hubiera interpretado mal las señales.
      La piel de Jorge se erizó y los pezones reaccionaron. 
    
    
      El masaje con el aceite fue bastante concienzudo, las manos de Katia
      recorrieron cada milÃmetro de ese torso ligeramente definido, sintiendo
      cada poro de esa piel suave, masajeandola, recreándose desde la zona baja
      hasta los hombros. 
    
    
      En sus subidas y bajadas, Katia acompañaba sus manos con el resto del
      cuerpo, realmente se estaba dejando deslizar por su cuerpo, sintiendo el
      calor que de ambos emanaba.
    
    
      Saúl miraba atónito desde el otro lado de la cabina, imaginando que era
      él, y deseando que llegara su turno. 
    
    
      En su cabeza se estaba proyectando la pelÃcula porno de masajista y
      cliente tÃpica de los viernes por la noche.
    
    
      Katia empezó con las piernas, sin comentarios en los gemelos, pero según
      iba subiendo por ellas, apreció unas piernas entrenadas, no muy musculadas
      pero sà definidas. 
    
    Cuando terminó la depilación Jorge algo tÃmido dijo:
    
      -
          Esto no se lo dije a la chica que me atendió, pero ¿me harÃas también
          los genitales?
    
    
      Katia asintió, le bajó el tanga justo hasta el comienzo del tronco. 
    
    
    
      En ese pubis habÃa ya algunas calvitas, por lo que estaba acostumbrado a
      depilarse, echó la cera y tiró. 
    
    
      Un breve gemido salió de los labios de Jorge mientras que la mano de Katia
      calmaba el dolor. 
    
    
      Apoyada sobre él, le miró los ojos y sonrió. Jorge le devolvió la mirada y
      dijo: Vamos a por el resto.
    
    
      Katia terminó de depilarle, ingles y glúteos, y antes de que se levantara
      le volvió a dar la mezcla de aceites por las zonas que faltaban. 
    
    
      Untó bien sus manos comenzando por el pubis, rozando el tronco, sintiendo
      cómo esa base no era indiferente a las atenciones que las manos de Katia
      le ofrecÃan, bajó hacia las ingles, tocando el escroto, notando cómo se
      encogió por el roce de sus dedos.
    
    
      Pidió a Jorge que se diera la vuelta para realizar la misma operación en
      los glúteos. 
    
    
      Jorge se incorporó y la cogió por la cintura, la atrajo hacia él y la besó
      mientras que su mano izquierda la sujetaba del cuello y la derecha por la
      cintura.
    
    
      Katia le devolvió el beso, acariciando su melena corta, entre metiendo sus
      dedos dentro de sus rizos y arqueando su espalda como sÃmbolo de
      placer. 
    
    
      Beso largo que terminó con Jorge nuevamente tumbado en la camilla, pero
      con Katia puesta a horcajadas sobre él, acariciando su torso con las
      manos. 
    
    
      Reculó un poco más e inclinándose sobre él, comenzó a recorrer su suave
      torso con la lengua, pasadas largas, con mirada pÃcara. 
    
    
      Cuando llegó a los pezones se recreó un buen rato en ellos. Los daba
      pequeños mordiscos, succionaba y lamÃa. Las caderas de Katia empezaron un
      ligero baile, restregándose por el pubis medio desnudo de Jorge.
    
    
      Saúl les miró algo atónito, ya que aún estaba ensimismado en su propia
      fantasÃa. Cuando quiso ser realmente consciente de lo que estaba pasando
      en esa misma cabina, 
    
    
      Katia estaba sentada en la camilla, abierta de piernas y Jorge entremedias
      de ella devorando su cuello y palpando esas tetas que antes se habÃan
      deslizado por su cuerpo.
    
    
      Ellos parecÃan ajenos a la presencia de Saúl, y no es que a él le
      importara demasiado, se acomodó en la butaca y empezó a gozar de la
      pelÃcula que previamente ya se habÃa estado imaginando en su cabeza.
    
    
      Jorge no tardó en bajar la cremallera de la chaquetilla de Katia, metiendo
      su mano y sacando fuera las tetas que se habÃa estado imaginando durante
      toda la depilación. 
    
    
      Katia agarraba el culo de Jorge, allà de pie, con ambas manos, apretaba
      los glúteos mientras sus labios comÃan su cuello.
    
    Besos y caricias descontroladas, cada vez más intensas. 
    
      Katia metió la mano entre ellos, tocando por primera vez ese pene erecto
      que desde que lo vio con el diminuto tanga habÃa querido descubrir.
    
    
    
      Lo acarició con una ligera presión, su erección asomaba por el tanga, o
      más bien, el tanga apenas tapaba el pubis. 
    
    
      Dio un pequeño salto y quedó de pie delante de Jorge, recorrió con su boca
      desde los labios hasta su pecho, su lengua dibujó una serpentina hasta el
      pubis, allà agachada se terminó por arrodillar y mirando con esos ojos
      verdes hacia arriba, sacó su lengua y suavemente, saboreó el nuevo helado
      que iba a probar. 
    
    
      Un primer y pequeño lengüetazo al glande, ese primer contacto con un nuevo
      sabor, dio paso a otros un poco más intensos. 
    
    
      Un poco más atrevidos, recorrió desde el comienzo del escroto hasta el
      glande. 
    
    
      Mirando siempre a los ojos, una mirada sensual, una mirada provocadora,
      una mirada que lo decÃa todo. Jorge tenÃa apoyadas las manos en la
      camilla, y cuando Katia introdujo su pene en la boca, colocó una sobre la
      cabeza de ella.
    
    
      La calidez de su boca provocó una contracción bastante notable en sus
      huevos, Katia la sintió y sacando un poco el pene de la boca, jugueteó con
      el frenillo, de izquierda a derecha pasaba la lengua, las manos las tenÃa
      en los glúteos, y lo sujetaba delicadamente con los dientes. 
    
    
      Una delicadeza que a Jorge le excitaba y le atemorizaba, esos dientes en
      su preciada polla...Era una mamada de riesgo.
    
    
      La mano de Katia abandonó el culo para posarse primero sobre los huevos,
      masajeandolos al compás de los movimientos de la lengua, y tras un breve
      sobe, abarcar el engrosado falo que su endiablada lengua habÃa provocado.
    
    
      Con la polla bien sujeta, las incursiones en la boca fueron yendo cada vez
      más seguidas, mezclaba el juego con la lengua en el frenillo, ligera
      succión y juego con el agujerito, el preseminal iba apareciendo, y su
      sabor le encantaba.
    
    
      Saúl dejó su cómoda pero excitante posición de voyeur y se colocó detrás
      de Katia, introdujo su mano por detrás, esquivando todos los obstáculos,
      llegando hasta la humedad de su coño, empezó a acariciarlo, sus dedos se
      empaparon, con la otra mano aprisionaba las tetas.
    
    
      Katia aceleró los movimientos, las chupadas, los lametones, Jorge la
      guiaba con su mano, cada vez más rápidas, cada vez más intensas, más
      profundas.
    
    
      - Mmmmm, sigue pequeña, no pares. 
    
    Estoy a punto de llenarte la boca de leche pura.
    Katia le miró fijamente a los ojos, y se la metió de nuevo. 
    
      La volvió a sacar, la sopló ligeramente y desafiando, le marcó un poco con
      los dientes, para empezar a mamarla rápidamente, solo se metÃa el capullo,
      pero el conjunto de su mirada y sus penetraciones, hicieron que Jorge se
      corriera a los tres minutos.
    
    
      Katia chupaba y lamÃa, una de las veces que la sacó, la miró, se podÃa ver
      un hilo del resto de la corrida, un hilo transparente, un hilo que llegaba
      hasta el labio de Katia. 
    
    
      Se separó, dejando que se rompiera y con una sonrisa de verdadera
      diablesa, lo recogió con el dedo y se lo llevó a la boca
      relamiéndose. 
    
    
      - ¡Qué rico sabes! Me pregunto cómo sabrá tu hermano...
    
  
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