Laura y Susi estaban preparadas para disfrutar de una sesión de belleza que les habían regalado los Reyes Magos.
Reservaron para un masaje completo y tratamiento facial en Bienestar Spa, un centro de belleza que había cerca del gabinete de Susi.
Al llegar allí se presentó Katia, una polaca de unos cuarenta años, metro setenta, delgadita, rubia de ojos verdes.
Constitución menuda, pero de buenas proporciones.
Katia las estuvo explicando que por motivos ajenos a ella les habían puesto el masaje corporal a la vez, y claro eso no podía ser.
Entonces les ofreció un tratamiento de chocolaterapia alternativo, una vez efectuada la limpieza facial.
Las chicas aceptaron gustosas, a pesar de no saber lo “alternativo” del tratamiento.
Las pasaron a un vestuario, las dieron unas mini batitas, cintas para el pelo, un tanga de papel diminuto y unas pantuflas muy cómodas para poder andar por el centro.
Ya al entrar al centro de belleza se respiraba tranquilidad, la decoración era minimalista con muchos toques naturales, tonos verdes y un olor característico, indescriptible, pero que te transporta a un remanso de paz y armonía.
A los diez minutos apareció Katia para acompañarlas a una cabina con dos camillas.
Allí estaba Mayte, morena de ojos azabache, metro sesenta, ancha de caderas y un busto resultón.
Las chicas se acomodaron cada una en una camilla.
Las echaron una manta ligera por encima para que no se quedaran frías y empezaron con las limpiezas faciales.
Katia estaba atendiendo a Laura, sus manos a pesar de ser pequeñas tenían fuerza y delicadeza a la vez.
La abrió un poco la bata para poder realizar más cómodamente el tratamiento.
Extendió el exfoliante haciendo círculos por el escote, llegaba hasta la mitad del pecho, subiendo hacia el cuello, por detrás de las orejas, para volver a bajar hacia el canalillo. Estuvo masajeando un buen rato su clara y dulce tez, y el escote.
Cogió unas esponjas, las mojó en agua templada y retiró el exfoliante.
Katia pasaba las esponjas por el escote, el canalillo y la parte visible del pecho.
Laura notaba cómo alguna gota caía en su pecho casi descubierto.
Rozando su pezón sutilmente, haciéndole reaccionar.
Katia se disculpó, ofreciéndose a secarla.
Varias pasadas después, Katia siguió con la limpieza, aplicando las diferentes técnicas y productos.
Por su parte, Mayte hizo lo correspondiente con Susi.
Salvo que Susi se había bajado totalmente la bata hasta la cintura, dejando sus hermosos pechos al aire.
Mostrándolos puntiagudos por la mezcla del masaje recibido y las gotas de agua que sin más remedio habían ido cayendo por su pecho al retirar los diferentes productos.
Una vez realizada la limpieza, Katia y Maite empezaron con la chocolaterapia.
Prepararon la mezcla y comenzaron a extenderla por la cara aprovechando que estaban tumbadas y relajadas.
Con una brocha fueron esparciendo la misma bajando por el cuello.
Una vez en el cuello dejaron las brochas para emplear las manos.
Katia preguntó a Laura si la importaba que se lo extendiera sin guantes, ya que se habían agotado los de su talla.
Susi al oírlo, le dijo a Maite que ella no quería sentir los guantes, que prefería piel con piel.
Laura le dijo que no había problema.
Desnudó más los hombros de Laura, dejando la bata por debajo del pecho.
Colocó el cuenco al lado y con sumo cuidado comenzó a impregnar la suave y blanca piel de Laura.
Las manos de Katia empezaron en el cuello, cerciorándose que no quedara nada por cubrir antes de bajar al escote.
En el escote sus manos recorrieron la parte alta del mismo, haciendo la curva propia del pecho.
Katia no pudo evitar fijarse en los pechos de Laura, tan blancos y sus pezones rosaditos.
Cogió más chocolate y dando un masaje, lo repartió en ambas mamas.
Primero con las dos manos a la vez, para luego coger más chocolate y hacerlo individualmente.
Primero el pecho izquierdo, ambas manos impregnándolo, los dedos pulgares caían justo en los pezones.
Después en el derecho, misma operación, para terminar con una mano en cada pecho distribuyendo el chocolate.
Desde arriba, trabajando desde la cabeza de Laura, las manos de Katia abarcaban perfectamente las tetitas de Laura, y la vista era inmejorable.
Sus pezones erguidos, la suave piel erizada.
Sus manos recorrían una y otra vez esas dos montañitas ya marrones.
- Laura por favor, abre un poco más la bata, necesito poder tener acceso al vientre.
Laura desabrochó la bata, no sin antes mirar hacia su izquierda, donde Susi estaba ya casi completamente napada de chocolate por Maite.
Katia se puso al lado de Laura con el cuenco, cogió un cacito y vertiendo un hilo, recorrió el vientre de Laura.
El chocolate templado no lo había notado hasta ahora, quizás por la pequeña estimulación que había tenido quizás porque antes notaba y disfrutaba de las manos de Katia.
Katia seguía con la mirada cada ligera contorsión de Laura, observaba cómo reaccionaba su piel, sus gestos.
Sus manos terminaron de expandir el chocolate. Cogió nuevamente el cacito, y fue haciendo un camino por sus piernas, un camino serpenteante.
Sus manos fueron recogiendo el chocolate que la caía por los muslos, y los aplicaba con un masaje desde la ingle.
- Por favor, separa un poco las piernas.
Sus manos recorrieron desde la cadera, bien pegadas a la ingle, hasta su rodilla, para hacer un nuevo tramo hasta los tobillos.
Laura sentía las manos de Katia justo ahí, era una sensación extraña, sentía cómo sus dedos ejercían fuerza, justo en la ingle.
Sitio erógeno, sitio de pecado y placer como el chocolate mismo.
Una vez terminadas ambas piernas, hizo lo mismo con los brazos, pasadas estimulantes pegadas al pecho.
Katia ayudó a levantarse a Laura y la pidió que la acompañara.
Dejaron a Susi y Maite para que terminaran su proceso, ya que Maite estaba yendo algo más lenta, todavía estaba repasando el pecho de Susi.
Laura la siguió hasta una cabina contigua, una sala aromatizada de sensaciones a canela y algún toque cítrico, en ella solo una bañera baja vacía.
Ayudó a Laura a meterse dentro, y la terminó de quitar la bata.
- Si quieres te puedes quitar el tanga. Algunas mujeres lo hacen.
Una vez dentro, Katia fue a buscar una especie de regadera, se subió a un taburete y empezó a regar de chocolate el cuerpo desnudo de Laura.
El chocolate caía por los hombros de Laura, por su pecho, atravesando su vientre, introduciéndose por entre sus piernas.
La espalda fue marcada por ondas de chocolate, corriendo hacia su culo, unas curvas dignas de ser lamidas, saboreadas sobre una piel de terciopelo blanco.
Era una visión que a Katia la encantaba disfrutar, y más si era en una mujer como Laura.
Una mujer que desprendía sensualidad.
Bañada desde lo alto, la visión era mágica, fantástica, cual fresa siendo bañada dentro de una fuente de chocolate esperando ser devorada por unos labios voraces.
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