La Confesión de Gabriel 3
El marido de Tere volvió y Gabriel pasó días sin verla, soñaba con
aquella mañana de hacía unos días, la imagen de su culo abierto y
chorreante no desaparecía de su mente.
Era como si lo reviviera una y otra vez, sentía perfectamente el palpitar
de su capullo cada vez que lo recordaba.
Un viernes estaba Gabriel con los amigos en la puerta de la asociación,
hacía poco había llegado al pueblo Paula, una rubia de metro sesenta y
siete, cuerpo atlético, y bastante resultona.
Gabriel ya le había echado el ojo, y aquella tarde entre tragos a las
litronas, chistes y risas, se enrollaron.
Sus amigos no se lo podían creer.
Normalmente no se enrolaban en la puerta de la asociación, pero Paula se
lanzó a la boca de Gabriel, y él que andaba detrás de ella, la
correspondió, ya no solo al beso, si no que se aislaron del mundo. Besos
adolescentes, caricias por encima de la ropa, mordiscos en el
cuello…
Todo un lote, como decían ellos.
Justo cuando Gabriel mordía la yugular de Paula, alzó la mirada y vio
pasar a La Tere, ella se los quedó mirando, y sonrió.
Pasó dentro de la asociación y se sentó en una de las mesas que daba a la
calle.
Gabriel se dio cuenta, y continuó con un largo morreo, sus lenguas se
entrelazaron, sus labios eran mordidos por el otro, era fuego en plena
calle.
Mientras Tere desde la mesa les observaba con mirada lasciva,
pícara.
Después de un buen rato, Gabriel pasó a la asociación a por más cerveza,
y aprovechando el viaje entró al servicio.
Al salir se encontró con Tere, le empujó hacia el baño, se arrodilló
delante de Gabriel y bajándole el pantalón del chándal, le sacó la polla y
con gula y desesperación se la empezó a mamar.
Tere chupaba con ansia, fuerte y desenfrenada.
Gabriel no pudo reaccionar, solo se aferró al marco de la puerta para no
caer. Succionaba, y se la metía hasta el fondo, apenas se le veían los
huevos a Gabriel, su garganta la engullía, y sus manos manoseaban sus
huevos.
En apenas unos minutos, Gabriel llenó de lefa la garganta de Tere
mientras le miraba a los ojos, las piernas se le quedaron
temblando.
Tere se levantó mientras se chupaba los dedos, y agarrando la polla de
Gabriel le dijo:
- Esta polla es mía. A ver si esa niñata es capaz de comértela como
lo hago yo. El lunes a las nueve te quiero en mi casa. Ven sin
pajearte, y usa condón con la niñata. ¿Queda claro?
Tere salió del baño sonriendo y Gabriel quedó con las piernas temblorosas
y descolocado.
Siempre había querido discreción, y ese viernes la sudó todo el
“papo”
que la vieran salir del servicio de hombres.
Gabriel salió después de ella, cogió las litronas y se fue con los
amigos.
Ese fin de semana Gabriel estuvo con Paula, y como adolescentes que eran,
dieron rienda suelta a sus más básicos deseos.
Ese lunes a las nueve en punto Gabriel fue a casa de
“La Sordomuda” no llevaba el mismo deseo que la última vez,
pero fue verla abrir la puerta con un batín negro liso, y lencería de
encaje a juego y Gabriel se empalmó.
Tere le cogió de la camiseta, le metió para la casa besándolo y
repitiendo entre dientes: “Quiero que me folles”.
Gabriel la agarró, la subió a horcajadas sobre su cadera, ella se agarró
a su cuello, con una mano apartó la braguita de encaje, y Tere se descolgó
sobre ella, empalándose.
Entró entera, estaba muy mojada.
“Recuerdo que la empecé a follar fuerte, la agarré de los muslos para
abrirla más y poder penetrarla más fuerte y más duro”
Tras unos minutos, los gemidos o bufidos de Gabriel, tanto por el
esfuerzo como por la excitación eran más que audibles, estaba a punto de
correrse cuando Tere se soltó, se bajó y poniéndose de rodillas delante de
él se la metió en la boca para que se corriera en ella.
La corrida fue bestial a pesar de haber estado todo el fin de semana
manteniendo relaciones con Paula. Las piernas le temblaban, apoyado en la
pared mirándola a los ojos.
Tere se levantó, le dio la espalda dejando caer de manera sensual el
batín, para con un ligero movimiento de caderas, bajarse las braguitas, se
agachó para quitárselas, dejando su coño a la vista, se acercó al sofá y
poniéndose a cuatro le ordenó:
“ Fóllame el coño con la lengua”
Gabriel se puso justo detrás de ella y empezó a deslizar su lengua,
estaba chorreando, Tere se abrió las nalgas para dar paso a la cara de
Garbiel.
“Sentía cómo se le contraía el coño” Tere empezó a gemir, Gabriel
lamía más fuerte hasta que Tere se corrió.
Gabriel se levantó y poniéndose justo detrás la volvió a penetrar, se
puso salvaje y un gemido de éxtasis salió de los labios de Tere.
Gabriel colocó sus manos en su caderas, sus embestidas iban en aumento,
cada vez más duro, su pelvis resonaba en su culo, Tere tenía la cara
hundida en el sofá, y solo la sacaba un poco para pedir que la diera más
duro. Arqueó la espalda, levantó la cabeza y soltó la melena:
- Ahora pajillero, agárrame de la crin como si fuera tu yegua
desbocada, y guíame hasta el éxtasis. Fóllame cabrón, y hazlo
duro.
Gabriel estaba atónito, sujetaba su pelo, apenas lo sostenía en sus
manos, hasta que en una de las embestidas tiró de él más fuerte, su polla
notó como el coño de “la sordomuda” se contraía de placer, cómo le
apretaba estrangulando su polla, así que Gabriel tiró más de su
pelo.
Tere gemía cada vez más y más fuerte, Gabriel intensificó las embestidas,
casi rozando la violencia, notando cómo su polla era estrangulada por las
paredes de su útero.
Tere no paraba de de decir:
- Sigue pajillero, ¡Cabrón cómo me follas! Hijo de…. Sigue
“ La sordomuda” se corrió dos veces, y Gabriel seguía duro como
una piedra, algo se revolvió en él y cogió la batuta de la situación, paró
y guiándola por el pelo, le puso el cuello en el borde del sofá.
Comenzó a follar su boca, le salía saliva por las comisuras, las
penetraciones eran profundas, Tere intentó poner las manos para evitar esa
profundidad, pero el pajillero estaba desenfrenado, se las quitaba y se la
metía cada vez más.
A Tere le daban arcadas, tenía la polla tan hinchada que apenas le
entraba.
Gabriel estaba tan cachondo que casi no era consciente de lo bruto que
estaba siendo, le llegó el orgasmo justo en la garganta y casi la ahoga,
no le daba tiempo a tragar, pero no desperdició ni una gota.
Esa eyaculación marcó un antes y un después en su relación.
Tere seguía mandando, pero Gabriel había aprendido a leer su cuerpo, sus
señales y empezó a ejecutar sin la aprobación de ella.
Después de recomponerse un poco, el hambre hizo aparición, así que fueron
a la cocina.
Tere preparó café y se sentaron a desayunar. Ambos se sentaron desnudos,
Gabriel se estaba comiendo un donuts cuando Tere le pidió que le acercara
una cuchara del cajón, se levantó, fue hacia el cajón y cuando se giró de
vuelta a la silla se encontró a Tere allí y justo enfrente de su boca
quedó su polla. Soltó el café y empezó a lamerla suavemente.
“Cómo recuerdo ese momento, desnudo en la cocina, con el donuts en la
boca y la Tere chupándome el rabo”
Tere recorría cada centímetro de ese pene morcillón, bajaba hasta los
huevos para volver a subir, se la metió en la boca entera y jugó con su
frenillo.
Gabriel le agarró del pelo y empezó a guiarla. Tere le dio en el culo un
manotazo, Gabriel la soltó.
- Pajillero, la polla te la chupo yo, que no soy tu amiga la niñata.
¿Queda claro?
Después de esas palabras comenzó a chupársela con ansia, llevó sus dedos
a la boca de Gabriel, se los metió y después se los llevó al coño. Se
penetraba el coño a la vez que mamaba la polla.
El sonido de sus dedos entrando y saliendo del coño empapado llenaba la
cocina. Chof, chof, chof..
- Quiero comerte ese coño jugoso. - Dijo Gabriel
Tere aceleró sus dedos y la lengua, jugaba vilmente con el sonido,
gemidos y sus dedos.
Una conjunción que llevó a Gabriel a una nueva corrida, pero esta vez
Tere se retiró y le puso las tetas para que se corriera en
ellas.
Después, fue recogiendo toda la lefa con los dedos y llevándolos a la
boca. Sus dedos seguían entrando y saliendo, hasta que sus ojos se
cerraron, apretó las piernas sobre su mano y un gemido largo salió de sus
labios.
Gabriel insistió en comer ese manjar que deslizaba por entre sus piernas,
pro Tere se levantó, le levantó y dándole un azote en el culo le
dijo:
- Vístete y se lo comes a la niñata. Mañana te quiero aquí por la
tarde. Y no se te ocurra pajearte antes de venir.
Se fue a la habitación mientras que Gabriel se vestía y salía por la
puerta, ya todo un clásico. Se volvió a sentir usado.
“Joder, cada vez que recuerdo cómo me sentía, era un puto juguete para
ella, pero su boca, su coño, todo su ser…. Ufff”
- Dime, ¿Cuál es mi penitencia?
- Querido Gabriel, tendrás que seguir expiando tus perviones por este
canal, hasta que termines la historia de “LA SORDOMUDA”
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