Hola antes de nada, paso a escribir mi segundo relato erótico aquí, llevo
mucho tiempo leyendo relatos, y tras el anterior, y para mi, exitoso primer
relato, he decidido publicar el segundo.
Se trata de un proyecto que abandoné hace años, y ahora tras encontrarlo,
que no ha sido fácil, me dispongo a terminarlo.
En esta ocasión la historia como el anterior, relato, no es real, por que
ha salido de mi imaginación, así qué cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.
Sin más, paso a narraros la historia. El merito para mi, es que está
escrito en el móvil, siempre que tengo algún ratito. Espero que os guste, y
os excite tanto como a mi escribirlo.
Allí fue donde comencé mi andadura en el mundo laboral, supuso mi primer
trabajo.
Yo era un chico - que para tener 17 años estaba bastante desarrollado para
mi temprana edad, hacia algún tiempo que ya me afeitaba, y era muy velludo,
algo que había heredado de mi padre, al cual casi diría yo que superaba, y
eso que si vieseis a mi padre entenderíais de que os hablo.
Tenía unas fuertes y peludas piernas, fruto de mi afición a jugar al
futbol, correr y hacer el bestia, cosa normal para mi edad.
Mi cuerpo estaba muy bien definido, fuertes bíceps un pecho marcado y
unos firmes abdominales, todo era proporcional incluso la hermosa polla que Dios me había dotado, tenía un pene muy muy grueso y
unas generosas pelotas, mi rabo largo no es que fuera muy largo, unos 18
cm, pero tenia un hermoso y morado capullo, el cual por aquella época
frotaba más que Aladino su lámpara maravillosa, vamos, que me la tocaba casi a todas
horas. En alguna ocasión mi madre, a punto estuvo de
cogerme dándole al manubrio en el váter o incluso en mi
cuarto.
En aquella época solía estar con el rabo tieso a todas horas.
Acostumbraba a desahogarme con algunas revistas guarras que escondía como
el mejor de los tesoros en mi cuarto, y que casualmente las "encontré"
ayudando a un vecino en una mudanza.
Resulta que bajando yo una de aquellas pesadas cajas del Señor Mateo y en
un descuido se me abrió una, por que el precinto se despegó por la parte de
abajo, cayendo un buen puñado de ellas a mis pies.
Yo me quedé alucinado al verlas, ¡¡era mi día de suerte!! estaban muy
nuevas, tenían unas fotos de muchísima calidad, y muy bien cuidadas,
ediciones de PRIVATE y ese estilo, muy caras para la época publicaciones
Alemanas y Suecas en su mayoría, nervioso perdido ojeé una a toda prisa,
pude ver a una señora mayor entradita en carnes agachada en cuclillas
comiéndoles la polla a dos fulanos, que también tenían unos enormes
pollones.
Lo mas curioso es que ellos también estaban gordetes, con unas prominentes
barrigas. Fue un instante nada más, pero mi rabo enseguida reaccionó al
igual que mi corazón, que se aceleró en un instante.
Mi nerviosa reacción fue, coger un puñado de aquellas revistas, unas siete
u ocho y antes de que me viese nadie, esconderlas en el cuarto de contadores
que había en el zaguán de la portería, para después pasar a recogerlas. Casi
temblando reparé la caja como buenamente pude, para que mi vecino no notase
nada raro.
Al llegar al coche del señor Mateo, que lo tenia aparcado en doble fila le
entregué la caja para que la apilase en el maletero de su vehículo, junto a
otras cajas de igual tamaño, por suerte para mi, parece que no notó nada
estriño.
El señor Mateo muy agradecido por la ayuda prestada me dio las gracias y
hasta una propina, cosa que agradecí enormemente, aunque el que debía
haberle dado las gracias era yo a él, por que con aquellas revistas, que
fueron fuente de inspiración para hacerme las mejores pajas de mi
adolescente vida.
Imagino que a don Mateo le debían gustar las maduras gorditas, por que el
contenido de aquellas publicaciones era íntegramente de ese tema... tetudas,
coños bien peludos y jamonas con grandes y blancos culos.
Curiosamente como hoy por hoy, me gustan a mi las mujeres.
Sigo pensando que aquellas revistas hicieron y modelaron mis preferencias
sexuales hasta día de hoy. De ahí, que me vuelvan loco las maduras jamonas
(como las protagonistas de aquellas revistas guarras)
Bueno, como os contaba al principio, mi madre consiguió que aquellas
señoras me contrataran, y a los pocos días, comencé a trabajar en la
mercería de las maduras amigas de mi madre.
Estas señoras eran muy amables y comprensivas conmigo.
Entendían perfectamente que un chaval a mi edad, pues no entendiese de
tallas de ropa interior femenina, y menos de señoras por lo general
entraditas tanto en años, como en carnes.
Pero yo puse de mi parte la máxima atención, y en poco tiempo ya comencé a
organizar el almacén, y entender de tallas, tamaños de las copas de los
pechos, marcas y prendas intimas femeninas, cosa que aquellas señoras
agradecían enormemente por que como ellas decían, les ayudaba tanto a
encontrar rapido el género, como a que las clientas fuesen atendidas lo
antes posible.
La dueña y propietaria se llamaba Aurora y la otra, y socia, Rosario.
Tenían aquella tienda muchisimos años, tantos como la mayoría de la
clientela que solía venir a comprar.
Al igual que ellas, tambien por lo general eran mayorcitas.
Así qué imaginareis el tipo de bragas y sujetadores que allí solian
despachar en aquel viejo mostrador, aunque para adaptarse a los tiempos
también comenzarón a traer modelos tanto de bragas y tangas, cómo de
sujetadores para chicas más jóvenes y así conseguir y fidelizar nuevas
clientas.
Ya bastantes años, y no tenía hijos, vivía sola y a pocos metros de la
tienda, por eso era muy puntual, a la hora de abrir.
Todos los días a las ocho en punto, ya estaba abriendo la tienda. Aurora
tenia 56 años y era una mujer alta, por lo menos 1.80 cm pero bien
proporcionada y con muchas curvas,
-casualmente como a mi me encantan las mujeres.
Os daré una pincelada, sobre ella para que os hagáis un pequeña idea.
La otra señora, se llamaba Rosario tenía unos 60 años y dos hijas ya
mayores que Vivian en Madrid. También vivía sola en el barrio. Al contrario
que la señora Aurora, era más bien bajita como un metro cincuenta y poco,
también entradita en carnes pero con muy poco
pecho, una 90 o 100 cosa así, y con un culo también hermoso y amplio.
Con la cual nos rozábamos en muchas ocasiones a lo largo de la
jornada.
Dedique alguna de tantas pajas a la señora Aurora por que me ponía muy
cachondo rozarla su gordo culo con mi paquete cuando nos cruzábamos por
entre los estrechos pasillos de cajas del almacén.
En ocasiones llegué a pensar que ella provoca aquellos casuales roces. Yo
en ocasiones, cuando estaba muy cachondo y ella salia a atender a alguna
clienta aprovechaba para darme algun rapido desahogo tras aquellos calientes
he "involuntarios" roces.
Lo hacia en un pequeño cuarto de aseo que habia en el fondo del almacén y
que estaba en el otro extremo, lejos de la puerta de acceso a la tienda, lo
que me permitia estar alerta para que no me pillasen en plena faena.
Me hacia una rápida paja, fantaseando con la señora Aurora. La imaginaba en
ropa interior y me dejaba llevar, estaba tan caliente que no tardaba mucho
tiempo en soltar tres o cuatro trallazos de espeso y caliente semen, que en
ocasiones, algunos llegaban hasta la tapa del inodoro, fruto de mi
excitación, y provocada por aquellos roces del imponente culo de la señora
Aurora dedicaba a mi inquieta bragueta.
Luego me tocaba limpiar rápidamente aquellos restos de chorretes, y
apresuradamente ocultar mi grueso y erecto miembro en el interior de mi
slip, para continuar por el almacén ordenando cajas y disimulando mi
evidente erección.
Recuerdo en una ocasión que la señora Aurora entró al váter, a orinar justo
despues de hacerme una buena paja, y al salir me preguntó que si sabía de
que estaba manchada la tapa del inodoro, por que se había manchado la
falda.
Yo me sonrojé y ella me miró con una ligera sonrisa, como entendiendo de
que se había manchado.
¡¡Bien sabia ella de que era aquella sospechosa mancha blanca!!...
Aurora se dirigió a mí en voz baja, para que la señora Rosario no se entera
se de la conversación que teníamos y mirándome a la cara me dijo:
- Martin entiendo tus necesidades, fruto de tu juventud, pero...
- Se inclinó hacia mí, mostrando su gran escote, el cual permitía ver
con total claridad sus dos enormes tetas.
Me dio un inocente besito en la mejilla y diciéndome al oído que
limpiase bien el váter cuando lo usara yo.
Así que colorado como un tomate me disculpé y me fui apresuradamente al
váter, a limpiar los restos de mi ultima corrida, que por las prisas no me
percaté que algún descontrolado chorrete había quedado sobre la
tapa del inodoro, y que por casualidad había ido a parar a la
falda de color negro de la señora Aurora.
A partir de aquel descuido, siempre que me masturbaba ponía mucha
atención en no dejar ni rastro de semen.
La tienda era pequeña, las clásicas mercerías de barrio donde se despacha,
un poco de todo, e incluso se hacían pequeños arreglos de ropa.
De los cuales, en su mayoria los atendía y solucionaba, la señora Rosario
que era muy habilidosa con las composturas y pequeños ajustes en las
prendas.
Un detalle curioso de la merceria, era el aroma de aquel local, tenia un
olor muy peculiar que todavia recuerdo, imagino que sería la mezcla del
genero textil y lo viejo del local.
Disponia de un solo probador, que se encontraba en el fondo de la tienda,
pegado al almacén, era pequeño, con un espejo de cuerpo entero en el fondo,
y una percha de tres brazos tras la puerta, para colgar las prendas que las
clientas se fuesen a probar, e incluso las que llevan puestas. también había
una vieja banqueta de madera para sentarse y facilitar el cambio de las
prendas.
La luz era muy intensa y azulada, producida por dos grandes tubos
fluorescentes. Como los que se usaban en las cocinas de antes.
La señora Aurora pensaba que con esa luz tan fuerte, realzaba el género que
las clientas se probaban.
Y así se vendía más. -eso decía ella.
El tipo de prendas que habitualmente se vendían, allí eran: sujetadores
grandes para ese tipo de señora con grandes pechos y generosos culos, y
bragas para maduritas, osea que estaba en un sitio bastante prometedor para
poder fantasear con las clientas que allí solían comprar.
Una tarde ordenando cajas en el almacén, involuntariamente apagué la luz al
apoyarme.
-Mi corazón dio un vuelco.. al comprobar lo que se veía a través de aquella
inapreciable rendija.
- Me quedé petrificado....
Aquella rendija permitía ver por completo el interior del probador, con la
buena suerte que debía de estar pegada al espejo, por lo tanto, cuando las
clientas se mirasen al espejo, sería como si estuvieran posando para
mí.
Con el paso del tiempo empecé a controlar todo lo que entraba y salía de la
tienda. Tenia el almacén muy bien ordenado, y limpio, cosa que las señoras
agradecían enormemente. Sabía dónde estaba todo, incluso hasta las rendijas
de la pared...
Como es normal y habitual en las mujeres, en ocasiones, las clientas y las
dueñas entablaban tertulias y conversaciones de cosas cotidianas y chismes
diversos.
-Que si tal marca de bragas eran muy cómodas, o lo bien que sentaban los
sujetadores nuevos.
Cosas intimas de las que suelen hablar las mujeres, que si la hija de
alguna clienta se apañaba con alguien de barrio mayor que ella, cotilleos y
cosas habituales que pasan en todos sitios.
Yo en ocasiones prestaba atención a sus charlas, por aburrimiento o por
curiosidad y las tres sonrieron airadamente y prosiguieron con la
conversación.
Yo desde que escuché aquello a la señora Aurora, andaba loco por poder
verla desnuda, y ver si era cierto que iría totalmente rasurada, sólo de
pensar en aquello mi rabo ya se empezaba a poner morcillón de la
excitación.
Una mañana que la señora Rosario se ausentó, por que tuvo que ir al medico,
yo aproveché para espiar a la señora Aurora. La idea de verla desnuda, no se
iba de mi cabeza.
Aquella mañana en la tienda solo estábamos la señora Aurora y yo. Ese era
el momento para poder llevar a cabo mi ansiado plan. Espiarla, cuando
entrase a orinar. Tendría que ser muy cauteloso para evitar que la señora
Aurora se diese cuenta de mis intenciones.
Así que esperé a que la señora Aurora fuese al servicio, y disimuladamente
la seguí por el almacen haciendo como que ordenaba.
Cuando entró, pude ver como encendió la luz, y como yo esperaba, dejó la
puerta entreabierta, y aquella mañana incluso algo más, desde mi posición
pude ver como se giró de espaldas a mí, cojió un buen trozo de papel
higiénico, con el que limpio la tapa del inodoro, a continuación se
desabrochó la falda y con un tiron con ambas manos la bajó a la altura de
sus rodillas y acto seguido hizo lo propio con sus grandes bragas de color
blanco dejando ante mí, ese enorme y blanco culo que tanto me
excitaba.
A continuación dejó resbalar sus bragas por sus blancos y torneados muslos,
fué cuando mi -
corazón dió un salto al ver todo su pubis totalmente rasurado, como yo
imaginaba, parecia el de una niñita pequeña, pero mucho
mas grande y abultado.
Se agachó, colocando su blanco y hermoso culo en posicion sobre la taza del
inodoro, pude escuchar como incluso se le escapó un pequeño pedo un instante
antes de comenzar a orinar.
Algo que me excitaba enormemente, era escuchar el potente chorro de orina
golpear contra la loza del inodoro, me hacia fantasear con el tamaño que
tendría aquel maduro chumino que la señora Aurora tenía entre sus piernas. Y
que tanto deseaba. Cuando terminó su larga micción, yo tenía una enorme
erección, que era incapaz de ocultar.
Seguí disfrutando atónito del espectáculo que la señora Aurora me estaba
brindando, cuando de nuevo, se incorporó para subir sus grandes bragas,pude
ver por instante sus abultados labios que colgaban entre sus gruesos
muslos.
A continuación se incorporó, pero creo que me vio reflejado en el pequeño
espejo que tiene el lavabo, aunque ella siguió sin inmutarse, aún a
saviendas que yó la miraba totalmente embelesado.
Para terinar de calentarme se agachó de nuevo y giró su delicioso y blanco
culo hacia mí, recreandose en el gesto, mientras subía lentamente sus bragas
hasta tapar al completo aquellas imponentes nalgas.
Algo me hizo bolver a la realidad, y fue la voz de la señora Rosario
entrando al almacén, dando los buenos dias, en voz alta.
Yo la devolví el saludo, colorado por la excitacion del momento, y seguí
disimulado, como buenamente pude, haciendo que ordenaba el
almacén.
Un instante después la señora Aurora salió del servicio secándose las manos
con la vieja toalla que siempre había en el toallero.
Algo que confirmó mis sospechas, que me había visto espiarla fue: la
mirada, y el guiño, a la vez que una pícara sonrisa que me dedicó, un
instante antes de dirigirse a la señora Rosario.
En seguida comenzaron a hablar de sus cosas, del trabajo, de la
mercería.
Yo continué con la escoba en las manos, que os aseguro que no estaba ni la
mitad de dura que mi
B- Maravillosas.
W- Mujeres.
El caso es que la chica preguntó a la señora Aurora por unos conjuntos de
lenceria blancos que estaban en el escaparate y que casualmente las señoras
Aurora y Rosario trajeron recientemente para probar, a ver si vendian
alguno, lo recuerdo por que no se ponian de acuerdo entre ellas.
Yó al ver que entraba y cerraba el probador, con algua escusa absurda me
fui rapido al almacén, dando tienpo a que aquella voluptuosa dama comenzase
a quitarse la ropa.
Por fín había llegado el deseado momento de ver si aquella minúscula
abertura me iba a ofrecer lo que yo tanto tiempo llevaba
esperando.
Una jamona como aquella no se veía por la merceria todos los días. Y
estaría tan cerca de mí caliente mirada, que casi estaría posando para
mi.
Me puse a hacer que recogía cajas vacías, mientras daba tiempo a que la
chica se fuese despojando de su ropa. me acerqué cautelosamente a la
estantería que estaba a espalda del probador, y acerqué el ojo a aquella
rendija por la cual salía sutilmente la luz azulada del interior del
probador.
El corazón casi se me salía del pecho de la excitación, acerqué el ojo a la
rendija.
La chica ya se había quitado el suéter y el sujetador, dos imponentes tetas
colgaban y se movían como dos enormes flanes sobre un plato, sus pezones
eran grandes y las aureolas también, de un tono sonrosado precioso, mi polla
estaba mas dura que nunca, con la cabeza del prepucio asomando por encima de
mis calzoncillos, estaba tan dura que casi me producía dolor.
Cuando se giró para colgar alguna de sus prendas en la percha, pude
contemplar el generoso culo que tenia, todavía dentro de su gastados jeans,
con un gesto rápido tiró con sus dos pulgares del pantalón que enseguida
llegó a la altura de sus pantorrillas ofreciéndome una preciosa vista de su
generoso culo y su minúsculo tanga, que desaparecía entre sus enormes y
redondos glúteos, aquello era el sueño de cualquier voyeur.
Cuando la muchacha se volvió hacia el espejo y comenzó a deslizar su blanco
y calado tanga por sus torneados muslos a unos centímetros de mi excitada
mirada, pude observar con total detalle su pubis deliciosamente recortado,
mi excitación era tan grande que casi era capaz de oler su
entrepierna.
Mi polla no paraba producir liquido pre seminal que ya se
empezaba a acumular en el interior de mi prepucio y que comenzaba
lentamente a rebosar, mojando de viscoso y transparente líquido mis
calzoncillos.
En ese momento de abstracción y excitación tan grande, algo me
sobresalto haciéndome volver a la realidad. dejándome completamente
helado.
Que en vez de chillarme y decirme ¡¡guarro!!, me miró, y me hizo un gesto,
para que no hiciese ruido, y me habló muy suave al oído.
-¿Te gusta lo que estás viendo "golfete"?
Yo no supe que decir, pero me sorprendió aún más, que me pidiera que la
dejara mirar a ella, así qué le cedí mi sitio en silencio, y ella acercó su
ojo a la rendija y miró con la curiosidad, de saber que me tenia tan
embelesado.
La señora Aurora no quitó el ojo de aquella rendija durante al menos unos
interminables 2 minutos.
Mientras la señora Aurora permanecia mirando en silencio atraves de aquella
rendija, por mi cabeza pasaba aterrorizado la idea de que aquello no podia
acabar bien, y que cuando se dirigiese a mí, sería para echarme a la calle,
con el consiguiente cabreo de mis padres, y la vergüenza, si le contaba el
verdadero motivo de mi despido.
Permanecí allí inmóvil esperando a que la señora apartase la mirada de la
pared y me dijese algo. La espera me estaba matando...
Lo que terminó por dejarme completamente helado fue: ver como la señora
Aurora introducía su mano bajo su largo vestido y sin pestañear ni perder
detalle de lo que aquella rendija le estaba mostrando comenzó a acariciarse
su entrepierna.
Que en el silencio del almacén, podía escuchar con absoluta claridad
el sonido que emitía su mojado chumino al ser frotado por aquellos
maduros dedos.
Acto seguido, y lentamente apartó la cara de la pared y dirigiéndose a mi
en voz baja exclamó: ¡¡Martín comprendo perfectamente que estés cachondo
perdido!!...
- menudo par de tetas grandes y con esos pezones enormes ¿y el culo?...
grande y firme y sin un ápice de celulitis o estrías.
Mira que le sienta bien el conjunto blanco de encaje del
escaparate...y que me dices de lo bien recortado que lleva el
chochete...
¡¡que pícaro estás hecho!!
La señora Aurora alargó su mano a mi cara, todavía mojada de sus
jugos, y toco mi mejilla, en un gesto compasivo.
Yo en vez de rehuir de aquella mano, inhalé con la máxima atención al olor
que desprendían aquellos maduros dedos, todavía húmedos y pegajosos, mi
polla estaba a punto de explotar.
Aquel aroma a hembra me hizo perder la vergüenza, por que en un gesto de
locura agarré su mano y comencé a chupar aquellos gruesos y mojados dedos,
como el mejor de los mariscos.
Mientras yo chupaba con deleite aquellos dedos, la señora Aurora gemia en
voz baja, con los ojos cerrados y se mordía su labio inferior, en un gesto
de pura excitación...
Aunque asustado, mi polla seguía dura y goteante en el interior de mis
mojados calzoncillos.
-¡¡Si Señora!!
-Pero le ruego que no diga nada a mis padres ni a la señora Rosario, por
favor.
-No te preocupes Martín seré una tumba, te doy mi palabra.
Y sin casi tiempo a contestar, se desabrochó los botones del escote de su
vestido, dejando a mi vista su enorme sujetador de color carne, mostrando
ante mí, ese enorme canal que se formaba entre aquellos descomunales
pechos.
Yo permanecía inmóvil tragando saliva y con los ojos como platos a la
espera de lo que se acontecía.
Con ambas manos desabrochó los corchetes, de su sostén, que en este modelo
se abrochaban por delante, justo en el centro de las copas, muy habitual en
modelos para señoras mayores, por que es mas facil de quitar y
poner.
Muchas de las maduras clientas que allí compraban los usaban.
Cuando soltó el ultimo de aquellos corchetes. dos gigantescas tetas blancas
quedaron ante mí.
Me quedé sin palabras y con los ojos que se me salían de las órbitas. Y en
voz muy baja, me preguntó.
La verdad es que para la edad de la señora Aurora, aquellos melones aún
siendo tan grandes, los conservaba todavía muy apetecibles. Sus pezones eran
pequeños en relación a sus grandes y oscuras areolas que medirían, no menos
de 12 o 14 cm.
Mi reacción fue coger con ambas manos uno de esos enormes, pechos, que
seria del tamaño de un balon de futbol.
Y comencé a dar lengüetazos a aquel pequeño pezón que no tardó en ponerse
duro como un dedal, de los que allí vendíamos.
La señora comenzó a jadear en voz muy baja y aprovechando lo cerca que
estaba de su cuerpo, y lo excitada que se encontraba, me agarró mi
entrepierna, recreándose en mis pelotas, las que sopesó como queriendo
calcular su tamaño y contenido.
Con sus dedos índice y pulgar fue delimitando todo el contorno de mi rabo
por encima de mis pantalones que en esos momentos estaba, en pleno estado de
erección.
Me miró a los ojos y haciendo un gesto con su dedo índice sobre sus labios,
indicándome que no hablase, me dijo en voz muy baja y suave..
Y antes de que pudiera contestar, sus habilidosos dedos estaban
desabrochado mi vaquero, bajando la cremallera, muy lentamente después
tirando del elástico de mi calzoncillo, liberando la presión que mis
calzoncillos estaban infringiendo a mi endurecido rabo.
Que firme como un palo, golpeo, en la cara de la señora dejando una marca
viscosa de mi abundante liquido preseminal en su mejilla, y que con sus
dedos retiro y los chupo con verdadero deleite.
La cara de sorpresa de la señora, al ver a unos centímetros de su boca
aquel grueso y brillante miembro era de puro vicio.
Seguidamente lo cogió entre sus dedos, pude escucharla tragar saliva, y
utilizando sus dedos índice y pulgar bajo lentamente la piel de mi prepucio,
derramando todo el contenido de liquido preseminal acumulado en su interior,
y a la vez liberando mi brillante morado capullo, mojando sus dedos y
escurriendo el resto por todo el tronco de mi endurecido miembro y llegando
hasta mis gordas y peludas pelotas.
Jamás habia visto, con la edad que tengo; un rabo tan grueso y duro,
y menos tan lleno de preseminal ¡diooos! deves de estar mas cachondo que
yo.
¡¡Y ya es decir!!
Esto hay que bajarlo lo antes posible, si no te puede pasar algo.
"Chiquillo".
Sujetó mi endurecido miembro con la mano, como si de un helado se tratase
aplicándole un húmedo y cálido lenguetazo desde mis pelotas hasta la punta
de mi polla, recreándose en mi frenillo y recogiendo los restos de liquido
preseminal que escurría por el.
Yo estaba en estasis total por el delicioso trabajo que aquella madura
hambrienta de sexo le estaba dedicando a mi joven e inexperto
rabo....wowwww...hummm...
¡¡Haa por cierto!! la otra mañana vi como me espiabas mientras yó estaba
meando.. ¡no me digas que nó! Sé que te gustan las mujeres maduras como yó
¿Verdad?
-Muy avergonzado le dije que "Sí" y ella sonrió muy picara. Es muy alagador
para mi, que a mis años todavia excite a los hombres; y más todavía, a
jovencitos como tú Martin.
Ni se te ocurra moverte del sitio. Se acercó a la ventana y con un
enérgico tirón de la cinta, abrió la persiana, dejando entrar la luz del
patio interior del edificio, iluminando el almacén al completo, con la luz
de aquellas tempranas horas de la mañana.
Se dirigió apresuradamente a la puerta que daba acceso a la tienda y
comprobó que la señora Rosario estaba ocupada con la clientela. Así que para
evitar sorpresas, echó el pestillo en la puerta, y dirigiéndose a mí en voz
baja me indicó, traete la silla esa y ponla aquí.
Yo torpemente con los pantalones por las rodillas y todo mi miembro fuera
del calzoncillo obedecí sus instrucciones, colocando la silla tras la ultima
estanteria junto a la ventana como ella me indicó.
Me senté, y ella se colocó dandome su espalda, yo permanencia sentado con
los pantalones y calzoncillos a la altura de mis rodillas y mi rabo duro
como el acero, la señora en voz baja me dijo:
Mira Martin aquí tienes tu ¡¡regalo!! y con un gesto rapido y espontáneo
levantó su largo vestido hasta media espalda, dejando ante mi su tremendo y
hermoso culo.
Y sus grandes bragas de color blanco, yo estaba alucinado, entonces la
señora Aurora se inclinó hacia adelante dejando su enorme trasero a unos
pocos centímetros de mi cara.
En aquella postura su culo, aún se hacía mas grande y descomunal, e incluso
podia percibir el aroma que aquellos orificios desprendian a través del
tejido de las maduras bragas de la señora Aurora, queria diafrutar de aquel
momento todo lo que pudiese, asi que metí mi nariz en medio de aquellos
colosales gluteos, para inhalar tan maravilloso aroma a hembra.
Mi nariz se dirigió, como en una diana a la evidente mancha humeda en el
tejido que indica sin duda alguna, que al otro lado habia un maduro y
abultado chumino sin parar de gotear aquel delicioso nectar.
Mi polla estaba apunto de explotar sin ni siquiera tocarla. Jamás había
estado tan cachondo en mi corta vida.
La señora Aurora, giró su cabeza y mirándome de soslayo y con una cara de
estar totalmente cachonda perdida me dijo: ¡¡Vamos!!
La vision tan cercana de aquel depilado chumino que desprendia tan
delicioso aroma, hizo que mi polla siguiese generando más y más liquido
preseminal que mi prepucio era incapaz de retener y que escurria por el
tronco de mi grueso miembro dandole un aspecto brillante e imponente.
Aprovechando la luz del sol que entraba por la ventana y que iluminaba a la
perfecion su imponente culo, hizo que me lanzase a chupar con deleite aquél
palpitante ojete que tan delicioso sabor tenia, y que demandaba a gritos ser
acariciado, chupado y penetrado.
Con cada pasada de mi lengua por aquel caliente orificio, la señora Aurora
jadeaba en voz baja y se estremecia de placer.
Ayudandome con mis manos sujetando y abriendo aquellos tremendos gluteos
seguí trabajando su anhelante ojete durante un largo rato.
Me encantaba ver lo cachonda que estaba la señora Aurora y como jadeaba de
puro placer, fruto del buen trabajo que mi lengua estaba dedicando a aquel
sonrosado orificio y que provocaba que su chumino no parara de destilar todo
aquel delicioso néctar, y que a mi tan delicioso me sabía.
Con mi cara encajada entre aquellos descomunales glúteos, disfrutaba cada
segundo de aquel húmedo festín.
Por mi cara y barbilla, escurría una mezcla de mi propia saliva y el flujo
que no paraba de manar de entre aquellos grueso y enormes labios de aquella
excitadisima madura vagina.
Tras llevar un rato en aquella pose, la Señora Aurora se incorporo
sujetando su vestido con ambas manos a la altura de su cintura, y me ordeno
con una voz enérgica pero suave: Martin dejame que yo me siente
¡¡Vamos!!...Yo con mi rostro totalmente empapado obedecí sin
rechistar.
Al cruzar nuestras caras, desencajadas de la excitación la señora aprovecho
para besarme, un apasionado beso, en el que introdujo su lengua hasta casi
mi garganta y que yo respondí de igual manera.
Como si de una visita al ginecólogo se tratase la señora se reclinó hacia
atrás, acomodando su enorme culo hasta el borde del asiento. Como intuí sus
intenciones, para ayudarla, saqué sus grandes y húmedas bragas por sus
tobillos y me las guardé torpemente en el bolsillo, a continuación me
arrodillé justo delante de la silla.
Ahora liberadas sus piernas, de la íntima prenda, me permitió que aquellos
grandes muslos se abriesen ante mí... dejando un perfecta visión de tan
enorme chumino.
Desde mi nueva posición y con la luz del sol iluminando aquella hermosura
comencé a pasar mi lengua, desde su ojete hasta lo mas alto de aquellos
imponentes labios mayores que todavía me deparaban un grata
sorpresa.
En aquella posición la señora Aurora, ayudándose con ambas manos abrió sus
grandes labios mayores, dejando ante mis ojos, sus rosados labios menores y
en lo alto de ellos, un enorme clítoris del tamaño una aceituna o incluso
mas.
Brillante y mojado, pidiendo a gritos ser chupado y acariciado. Cuanto más
abría su enorme raja, mas grande parecia aquel maduro clitoris. Yo nunca
habia visto un clitoris tan cerca, y menos tan grande e impresionante, y
ahora, era entero para mi.
Metí mi cara entre sus muslos y chupé con verdadera ansiedad aquel duro
clitoris, la señora jadeaba y se retorcía de placer procurando no hacer
ruido, que pudiera alarmar a la Señora Rosario o a la clientela. La escuché
entre dientes decirme:
¿Te gusta mi gordo clitoris Martin verdad?
Yo seguí chupando aquel clitoris que me tenia hipnotizado y no pude ni
contestar, de vez en cuando me pasaba a chupar su pequeño ojete y a
continuación volvía a aquel erecto mini pene.
Enseguida comencé a notar que la señora Aurora tensaba sus piernas y
espalda y susurraba.
-Hooooóooooooohhhh-
-Diooooosssssss...
-Me matas de gustoooo Martin.
Continúe chupando hasta que noté que mi boca se llenaba de un caliente y
espeso jarabe que yo me apresuraba en tragar con verdadera excitacion y
deleite.
Mientras tragaba, podia notar curiosamente como tanto su ojete como su
chumino se contraian rítmicamente fruto del tremendo orgasmo que la señora
Aurora estaba teniendo. A la vez mi polla estaba en el limite a punto de
escupir una tremenda corrida fruto de la intensa excitacion.
Me incorporé, torpemente con los pantalones en los tobillos y acerqué mi
chorreante rabo a la altura de la boca de la señora, que no tardó en dar un
buen y caliente lenguetazo en mi frenillo y en la punta de mi capullo
creando un curioso hilo de liquido preseminal que iba desde su veterana
lengua hasta la apertura de la punta de mi morado glande.
A continuación agarró mis gluteos con ambas manos atrayendome hacia su
hambrienta boca he introdujo, no con poca dificultad, mas de medio rabo, y
en un movimiento de vaivén de mis caderas y sus manos en mis gluteos, en
pocos movimientos hizo que explotara en un tremendo orgasmo como no
recordaba en mucho tiempo, haciendo que me temblasen hasta las piernas.
llené su garganta de espeso y caliente esperma, que la señora trago con
verdadera habilidad.
Saqué mi mojado rabo de su boca, todavía goteando el final de mi abundante
corrida.
Pude ver como de mi rabo cayó un espeso chorrete de esperma que fue a caer
sobre uno de aquellos enormes pechos y que escurrió hasta su sonrrosado
pezón.
Yo sin pensarlo un segundo, me agaché y chupé aquel chorrete, y de paso me
recreé en aquel pezón que no tardó en endurecerse al contacto de mi caliente
lengua.
Ella muy sutilmente comenzo a gemir, me agarró del pelo y levantó mi cara,
instante que cruzamos nuestras miradas todavia desencajadas por la
excitacion, y solo se me ocurrió darle las gracias con un calido beso, en el
que intercambiamos nuestras lenguas y el sabor de mi propio semen que
todavia quedaba en mi boca.
Yo le dí las gracias y subiendome los pantalones apresuradamente entré en
el servicio, para adecentarme lo antes posible, y así ceder el servicio a la
señora Aurora.
Ella se incorporó y se re colocó su largo vestido, mientras yo en seguida
la dejé pasar para que se arreglase antes de la señora Rosario la
reclamara.
Al cruzarnos en el umbral de la puerta, me dio un cariñoso besito en la
mejilla, y me dijo en voz baja: ¡¡Golfete!! me as hecho gozar como una
¡¡Perra!! Martin.
Un dia vendrás a casa y repetiremos y tendremos todo el tiempo que queramos
para nosotros, y así recibirás la segunda parte de tu regalo. Ahora corre a
abrir el pestillo y disimula recogiendo el almacén, yo saldré ahora
mismo.
Al poco de abrir el pestillo de la puerta, la señora Rosario apareció en el
almacén reclamando en voz alta, la presencia de la Señora Aurora en el
mostrador. La cual, al escucharla, desde el aseo la contestó:
Al momento salió del aseo muy bien peinada y perfumada y con un sonrosado
color de cara, y una sospechosa y picara sonrrisa de plena satisfacción. Yo
continué recojiendo los restos de la fiesta, ocultando la silla, que tenia
unas sospechosas marcas de humedad.
En ese instante me vino a la mente, las bragas de la señora Aurora, que ni
recordaba ya
que estaban en el interior de mi bolsillo.
Aurora sin que Rosario se percatase, en voz baja me dijo al oído "mis
bragas te las presto, ya me las traerás a casa algun dia" yo asentí con la
cabeza y me fuí caminando hacia casa, y con las bragas en la mano oliendo
los restos de humedad que todavía conservaban.
Algo que hizo que mi rabo comenzase a engordar en el interior de mis
ajustados slips.
Un saludo y espero sus comentarios o sugerencias.
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