Pecados inconfesables, anhelos, fantasías….
Aquí todo tiene cabida.
La Confesión de Gabriel
Gabriel vivía en un barrio de una ciudad más o menos pequeña de la provincia de León.
Por aquel entonces tenía dieciocho años, moreno de estatura media, piel bronceada por haber estado trabajando a la intemperie, buen cuerpo por el deporte practicado.
Gabriel se reunía con sus amigos en la típica asociación vecinal.
Los jóvenes tenían muchos entretenimientos para ellos, cartas, dardos, futbolín, una videoteca…
Pero lo más importante, un sitio donde poder quedar con los amigos.
También había actividades para los mayores, tanto para la tercera edad como para los de mediana edad.
Como en toda buena asociación que se preste, tenía campeonatos de casi todo.
Y como no iba a ser ésta menos.
Tenían su propio campeonato de tute y de cinquillo.
Unas semanas antes del campeonato todas las personas interesadas aprovechaban para jugar en la asociación y buscar la mejor pareja para poder ganar.
Especialmente las amas de casa.
Que no les gusta perder ni a las chapas.
Ese grupo social temido por Gabriel y sus amigos.
Ellos eran carne de cañón para unas Señoras que disfrutaban sacando los colores a unos pobres adolescentes.
La peor de ellas era Teresa, o La Tere o como la conocían Gabriel y sus amigos “la sordomuda”.
Se lo puso un amigo de Gabriel porque siempre iba con leggings marcando todo su potorro.
Se la diferenciaban perfectamente los labios, ya sabéis, los de abajo.
Teresa era una mujer casada, entre treinta y treinta cinco años, madre de dos niños, morenaza, ojos verdes, medía un metro sesenta y cinco, culo de infarto y unas tetas impresionantes.
Siempre iba pintada, pero lo que más marcaba, eran sus labios, de un rojo carmesí que hacían la pasión de muchos.
“Teresa era la mujer más deseada y temida por todo el grupo.
Pasaba contoneando ese prieto culo por delante de nosotros, nos sacaba la lengua de forma lasciva y nos recriminaba de forma guarra que no sabíamos usarla.
Todo esto delante del resto de la asociación.”
“Tengo que reconocer que más de una vez me masturbé en el servicio de la asociación pensando en ella. Y ella parecía como si lo supiera”.
Gabriel y una amigo suyo estaban jugando a las cartas contra Teresa y una amiga.
Gabriel estaba sentado frente a ella, se le cayó una carta y al agacharse a recogerla vio cómo Tere abría sus piernas y le dejaba ver su coño bien marcado.
Gabriel se empalmó y cuando subió de nuevo a la mesa lo hacía relamiéndose, sus carrillos le delataban.
De repente, algo sintió entre sus piernas, le estaban acariciando toda la polla con el pie.
“La Tere” le estaba masajeando los huevos…. Ufff
Gabriel estaba atónito, no sé lo podía creer, ella actuaba de la forma más natural, hasta cantó las veinte en copas.
Cuando terminó la partida se acercó como si nada, le hizo una señal para que la siguiera.
Se levantó y así lo hizo, la siguió hasta su bloque, eran vecinos.
Gabriel iba unos metros por detrás, dejó que subiera Tere y a los pocos minutos la siguió.
Cuando llegó a su casa la puerta estaba entreabierta, entró y ahí estaba ella.
La entornó más y le bajó los pantalones y los calzoncillos, diciendo: “Vamos a ver qué tiene este pajillero entre las piernas”.
Gabriel iba empalmado, le sacó la polla y comenzó a lamerla. Se la metió en la boca, Gabriel no era virgen, pero nunca había estado con una mujer como ella, ni en un sus mejores sueños.
Sentir su polla en esa boca, en esa boca tan deseada, hizo que a los dos minutos se corriera, le llenó la boca de semen.
La miraba mientras ella se relamía. ¡Joder, cómo se relamía la tía!.
No dejaba que nada se la escapara de la boca y le dejó la polla más que limpia.
Le tiró en el sofá y se subió encima de lo que acababa de dejar reluciente.
Empezó a cabalgar sobre él, Gabriel no podía creer lo que le estaba pasando.
Ahí tenía a Tere cabalgando encima suya. Podía sentir cómo se la contraían las paredes de su coño. Sus gemidos le enloquecían y tras unos minutos sintió cómo ella se corría, y él obviamente detrás de ella.
Se quitó la camiseta y ahí estaban esas tetas que tantas veces se había imaginado.
“Ahora me las vas chupar y morderás mis pezones tal y como te diga”
Se tumbó en el sofá abierta de piernas y mientras que Gabriel la comía las tetas, se metió su polla. Le agarró del culo y dándole con los talones le iba marcando el ritmo.
“ Recuerdo la sensación de placer, del morbo que me daba esa mujer que sabía lo que quería y cómo lo quería”.
Llegaron a un segundo e intenso orgasmo. Cuando terminó, besó a Gabriel y le dio puerta, tenía que recoger a los niños del cole.
“ Ojito con lo que cuentas por ahí, o no sabrás lo que es disfrutar de una verdadera mujer. Ahora vete a practicar con las niñas y ya me enseñarás lo que has mejorado”.
Pasaron los días y Gabriel no hacía más que buscarla, pero Teresa hacía como si no existiera, estaba deseoso de que volviera a invitarle a su casa.
Justo a la semana el marido de Teresa se fue de viaje de trabajo, se le encontró en el parque y le invitó a subir después, en la hora de la merienda.
Ya se imaginaba Gabriel lo que iba a merendar, conejito, rico conejito maduro en su salsa.
Y ella se comería su plátano con bien de crema. Pufff sólo de pensarlo Gabriel se ponía malo.
Se fue a su casa y se masturbó antes de subir a casa de Tere. Quería aguantar más y que ella viera lo que había mejorado.
Sabía en su cabeza lo que iba a hacer, lo tenía perfectamente planeado, ¡Pobre iluso! Subió a su casa y nada más entrar la besó apasionadamente, bajó por su cuello hasta llegar a sus tetas y devorarlas con lujuria. “¡Joder, me encantaban sus tetas!”
Bajaba por su cintura mientras ella se estremecía, le bajó los leggins y se metió en medio de sus piernas, comenzando a besar esos labios, a jugar con ellos, al rato hizo lo mismo con su clítoris.
Tere le marcaba de cerca, le decía como meterla los dedos, se le erizaba la piel, y se llegaba a contorsionar: “Joder niñato, aprendes rápido, me voy a correr”
Se corrió, pero Gabriel deseaba follarla, y así lo hizo, se sacó una vigorosa polla de dentro de los pantalones y de una sola estocada se la metió hasta el fondo con un ritmo acelerado.
Tere le pidió que bajara el ritmo, pero Gabriel estaba como un miura, y no pudo ni quiso bajar el ritmo, se corrió como un campeón dentro de ella.
La erección no se le bajó ni un milímetro, así que siguió ya más despacio.
Había un olor rico a sexo y lujuria en el ambiente.
Retozando por toda la casa llegaron a la cama del dormitorio donde nada más caer en ella volvieron a follar como conejos.
Rendidos sobre ellos mismos, Tere le miró y le dijo: Ahora es cuando vas a follar de verdad.
A Gabriel se le había quedado floja, pero ella se bajó y comenzó a lamerla, expandía toda la lengua y abarcaba todo su tronco, con tres o cuatro lamidas se puso en plena forma de nuevo.
Se incorporó y se puso a cuatro, y mirándole a los ojos le dijo: Ahora me vas a dar duro.
Gabriel la miraba, qué vistas más hermosas, su ano, su coño…. Puff, se la meneó una vez y se la clavó hasta el fondo de nuevo.
Tere pedía que la diera fuerte: “Más, más, dame más fuerte niñato”.
Así que Gabriel hacía lo que le ordenaban y cada vez la daba más y más fuerte.
La tenía cogida por la cadera, su pelvis resonaba contra su culo.
Tere apoyada sobre su pecho en la cama, se abrió los cachetes, dejando ver su hermoso ano.
Gabriel no pudo contenerse, y mojándose su pulgar se lo metió, ella gimió de placer y ordenándole que le diera aún más fuerte por los dos sitios, pudo sentir como sus dos agujeros se contraían y llegaban al orgasmo.
Gabriel intentó metérsela por el culo, pero Tere le paró: “Eso será otro día, yo te enseñaré”.
Justo cuando Gabriel se iba a correr, Tere se quitó y se tumbó con el cuello en el filo de la cama y con voz de viciosa le dijo: Ahora me vas a follar la boca hasta que te corras en ella.
“Joder, recuerdo que le daban arcadas, yo la sacaba para que respirara y me decía que no parase”
Mientras Gabriel le follaba la boca, Tere se tocaba el clítoris, las manos de Gabriel se fueron momentáneamente a su cuello, para luego solo dejar una en él e introducir dos dedos de la otra en ese coño tan apetecible.
La polla de Gabriel entraba y salía como si del coño se tratara, casi ahogándola.
Entraba y salía una y otra vez hasta que por fin Gabriel la lleno nuevamente de semen, mientras que ella lo tragaba llegó de nuevo a otro nuevo orgasmo. Se levantó relamiéndose, terminando de recoger el semen que le caía por las comisuras.
“Joder niñato, me follas mejor que mi marido, pero ahora vete y folla con las amigas, pero eso sí, ponte condón con ellas”
Después de casi tres horas de sexo ininterrumpido, Gabriel salió de allí con la sensación entre mezclada de sentirse un juguete usado y tirado, pero por otro lado orgulloso de haber hecho gozar a una mujer como Teresa.
- Eso ha sido el principio. ¿Cuál es mi penitencia?
- Querido Gabriel, deberás buscar un Placer superior para poder redimirte de tales perversiones.
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