REBECA

Relaciones maduras. En el trabajo

Hola, me llamo Rebeca, tengo 48 años, estoy casada con un hombre maravilloso, tenemos 2 hijos preciosos, gemelos, así que os podéis imaginar que nuestra vida ha sido una locura desde que estos monstruitos llegaron al mundo hace 10 años.

El sector donde trabajo es un poco machista, pero gracias al trabajo realizado, me he ganado a pulso el respeto tanto de clientes como de proveedores. Así como de mis jefes y compañeros.

Nuestros clientes están repartidos por toda España y parte de Europa, y alguien tiene que organizar el transporte de nuestra mercancía. Y ahí es a dónde quería llegar.

Gracias a la pandemia, hubo una restructuración de las funciones, y una de las nuevas funciones que asumí fue la logística.

Nuestro principal proveedor de transporte nacional es una empresa andaluza. Mi contacto era Miguel. Un hombre mayor muy amable y respetuoso, eficaz en sus gestiones.

Por cuestiones médicas tuve que faltar unas semanas al trabajo, y mi compañera tuvo que gestionar las relaciones con la empresa de logística. Cuando me incorporé, me dijo que ella había estado tratando con Fran, ya que Miguel había estado de vacaciones, y que le había ido muy bien. Como a mí me daba igual, pues empecé a tratar con Fran.

Fran era un chico de 39 años, metro ochenta y tres, deportista y por qué no decirlo muy guapo, además de tener su autoestima por las nubes, como él mismo dice “ Me quiero mucho”.
Estuvimos por meses hablando de un modo estrictamente profesional, alguna broma, y alguna conversación banal. Pero todo muy profesional.

Recuerdo ese 9 de julio, era un día tranquilo de trabajo y no recuerdo muy bien cómo, pero acabamos hablando por WhatsApp sobre música y series de TV que nos gustaban, nos estuvimos recomendando varias el uno al otro.

 Ambos coincidíamos en series de fenómenos paranormales, vampiros, FBI, etc…. Pero además de eso, yo también tengo mi lado romanticón. Y aquí es cuando la conversación dejó de ser tan trivial, para pasar a ser más…. Picante.

Nos intercambiamos fotos para ponernos cara. Los dos dijimos lo mismo, que no éramos fotogénicos, pero he de reconocer, que me pareció muy atractivo.

Como buena romanticona me gustan las típicas series en las que hay amores imposibles, en ese momento estaba enganchada a Outlander. Aunque como le dije a Fran, de Outlander me gustan más los libros. Él dice que el tema de las piedras y los viajes en el tiempo son un rollo druida y que no es para tanto. 

La historia en sí me gusta, pero lo que a mí más me llamaba la atención, y así se lo dije, eran las escenas de sexo que se describían en los libros. Son verdaderas obras de arte, o al menos en mi cabeza así se representaban.

 Ese escocés de metro ochenta con falda y camisa blanca que llega y sin precalentamientos le sube la falda a la bella doctora y la penetra con total rudeza mientras la empotra contra un árbol, manteniéndola en vilo en cada embestida, mientras su cabeza se pierde entre sus pechos, o se miran fijamente a los ojos…. O esa primera vez que la doctora le come la polla, tomando el control de la relación a finales del siglo XVII dejando al hombre escocés perplejo por su dominio de la técnica.
Fran no entendía al contarle lo que leía por las noches cómo me podía ir a dormir tan tranquilamente. 

Nadie dijo que me fuera a dormir tranquilamente, pero llevaba el precalentamiento hecho, y cuando llegaba mi marido a la cama…. Me encontraba ya desnuda, como vine al mundo, invitándole a que apagara el fuego que mi mente calenturienta había encendido. Y así se lo expliqué. 

Me sentía muy a gusto hablando con él, nunca he tenido problemas a la hora de hablar de sexo, pero él era parte de mi vida profesional y no me podía permitir ningún desliz.

Y como no, esto dio paso a hablar de las típicas sagas de libros como Cincuenta Sombras de Grey o Crossfire. Estuvimos hablando todo el día, sobre la posibilidad de que esos libros fueran realidad. Y de la “liberación sexual” que supusieron para muchas mujeres, sobre todo para las de mi edad y más mayores. De hecho, esa clase de literatura la apodaron “porno para mamás “.

 No es que las de mi generación estuviéramos reprimidas, pero nunca antes tantas mujeres habían reconocido consumir “pornografía”, si es que se le puede llamar así. Ese año me tocaba leerme la segunda parte de “Pídeme lo que quieras”, él no sabía de qué iba, ni las diferencias que había entre las otras historias. Le dije que era más probable que ocurriera por el contexto de los personajes y que me gustaba porque trataba más temas sexuales y no estaba centrado solo en el sadomasoquismo. 

No quiero hacer spoiler por si a alguno le interesa, pero realmente me excitaba mucho las partes en que ella era ofrecida a otros hombres, y los intercambios de pareja.

Fran me preguntó que si me interesaba el tema, yo le respondí que nunca había practicado nada de eso, pero sí me llama la atención. Y mucho. Así que estuvimos hablando de lo que había leído en el libro y de lo que nos gustaba en cuestión de sexo. Hubo unas palabras que se me quedaron grabadas a fuego: “A mi me gusta chupar y lamer hasta el final” en medio de una conversación, sentí un calambre en todo mi sexo.
Fran me halagaba y yo recibía los halagos muy ilusionada. Halagaba mi parte profesional y también la parte personal. Aunque como le dije, casi no me conoces, pero insiste en que soy una “tía de puta madre con la que se puede hablar de todo” y que le caigo genial.

“Esto me da mucho morbo” el hecho de hablar con total naturalidad de sexo dentro de un entorno profesional, me confesó. Yo también confesé, me considero una mujer muy morbosa, y el día había estado lleno de, cómo decirlo, connotaciones sexuales indirectas y no tan indirectas entre nosotros. Confesiones inconfesables.

Llegó el final de la jornada laboral, al menos de la mía, habían sido más de ocho horas hablando, y me sentía estupendamente bien.

Antes de despedirnos, Fran confesó que no se podía levantar de la mesa. Yo me hice la inocente y pregunté el motivo. Obviamente lo sabía, porque mis braguitas estaban humedecidas, pero aún así, sentía la necesidad de saberlo por él.
Joder Rebeca, la conversación de hoy no me ha dejado indiferente y sobre todo la de ahora por la tarde. Saber que eres una mujer morbosa hace que mi cuerpo reaccione.
Así que tu cuerpo reacciona, efectos físicos por favor.
Aunque te parezca fuerte, llevo toda la tarde empapada.
Ummm qué rico suena.
Jajajaja. Sí, sí muy rico. Lo mismo que tu pene esté duro.
Venga, un beso en la parte más húmeda de tu cuerpo.
Ummmm y un lametón para tu pene engrosado.
Húmeda y excitada por un hombre que era más joven que yo, y que no era mi marido, terminó aquel viernes morboso. O no?

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