Te estaba esperando.
Pulsó sobre el panel de la mesa y el espejo se hizo transparente, como una ventana abierta a lo que había estado escondiendo.
- Tranquila, no se nos ve. Salvo que quieras que así sea.
Me levanté y senté encima de él mirando hacia esa ventana de placer.
Rober introdujo su mano por mi pubis depilado hasta notar mi humedad. Con la otra mano acariciaba mi pecho, y daba pellizcos a mí pezón.
No podía apartar la vista del espejo mientras Rober hacía una incursión lenta entre mis labios, estrechándolos al comienzo, aprisionando mi clítoris.
Sus dedos eran muy hábiles y rápidamente humedecieron más mi coño.
Mientras disfrutaba de los placeres que me daba Rober y la vista del ventanal, caí en la frase que acababa de pronunciar: Te estaba esperando….
- ¿Qué has querido decir con que me estabas esperando?
- Pues eso. Que llevo dos años esperando a que llegaras a mí sin la aplicación.
Sus dedos, algo entorpecidos por mis pantalones, seguían jugando con mis labios, mientras sus labios devoraban mi cuello a la vez que hablaba entre susurros, con su voz, esa voz sugerente cargada de tensión sexual, esa voz que si te dice “córrete” tu coño obedece sin pensar.
No entendía muy bien lo que quería decir y, sinceramente, en ese momento no me importaba demasiado. Había venido a follar y es lo que iba a hacer.
Besando dulcemente mi cuello bajó la cremallera del corpiño, dejando mi espalda desnuda ante él, cayó por delante mía, dejando al descubierto mi pecho.
Sus manos abarcaron los dos, masajeándolos, acariciándolos, pellizcando mis pezones, haciendo que mi piel se erizara y ellos se pusieran duros como piedras.
Sentía sus labios recorriendo mi hombro, bajando hacia la espalda. No podía apartar mi vista de la ventana.
Una gatita bailaba en una barra solo provista de sus orejas y su cola, un diminuto tanga tapaba sus intimidades.
Sus pechos estaban brillantes al igual que el resto de su cuerpo, impregnado de purpurina.
Justo en una cama al lado, había lo que parecían dos culos de hombre dándome la espalda, puestos de rodillas con las piernas abiertas, y completamente desnudos.
Mi imaginación no paraba, qué les estarían haciendo…. Se les notaba de vez en cuando cómo apretaban las cachas, pura sensación de placer.
Rober tiró de mis pezones, haciéndome volver a su lado. ¡Qué excitada estaba. Joder! Necesitaba que me follara ya y se dejara de tanto “romanticismo”, necesitaba sexo duro o al menos no ternura.
Me levanté y girándome hacia él, me desabroché lentamente los pantalones, y con un sensual contoneo me los fui bajando, dejando visible mi lencería.
A continuación metí mi mano por dentro de mi tanga impregnando mis dedos en ese flujo suave, blanquecino, y elástico.
Me llevé los dedos a la boca y sacando mi lengua los lamí bajo la atenta mirada de Rober. El cual se estaba acariciando los huevos, acogiéndolos bien en su mano.
Yo le miraba, y con más morbo me metía los dedos para luego lamerlos.
A la cuarta vez me los metí en la boca, y los saqué más que limpios.
Estaba deliciosa, varias corridas de la noche se juntaban en mi coño, y estaba deseosa de tener más.
Me giré dándole la espalda, comencé a bajarme el tanga, agachándome, mi coño asomaba entre mis nalgas según bajaba hacia mis tobillos, saqué una pierna y las separé.
Ahí estaba yo, doblada, con mis manos en los tobillos mi coño saludando al hombre que le iba a follar en menos de cinco minutos.
Con mi mano derecha azoté mi culo a la vez que le miré mordiéndome el labio inferior, de mis labios salió un gemido de placer.
Me acerqué hasta él reculando, poniéndole literalmente mi culo en su boca.
Rober lo agarró, le dio unos azotes, abrió las nalgas y sentí un calor húmedo en mi ano.
¡Mmmm qué rico! Su lengua pasaba por todo mi ano, la notaba en cada uno de mis pliegues.
Me abrió más el culo, y me lo levantó un poco.
Su lengua llegó hasta la entrada dilatada y deseosa de mi coño.
Pasaba su lengua jugando por mi ano, hacía círculos alrededor y de vez en cuando presionaba en él como queriéndolo follar con su lengua.
Estaba toda perra y quería sentirme llena ya de él.
Le retiré, me giré, le bajé los pantalones y los calzoncillos y… Allí estaba, un pene perfectamente erecto, con sus venas bien marcadas y con un color rosáceo más que apetecible.
¡Qué ganas de comérsela, tiene que estar exquisita! Pero mi coño tenía preferencia ahora mismo.
Así que la cogí, y poniéndome a horcajadas sobre él, me la metí lentamente, sintiendo cada milímetro al introducírmela.
Qué placer sentí, qué gorda. Mi coño estaba lleno de un miembro vigoroso.
Esperemos que sepa satisfacerme, pensaba mientras me movía lentamente, subiendo y bajando, haciendo algún círculo entre medias.
Rober succionaba mis pezones mientras agarraba mi culo, con sus dedos acariciaba mi curcusilla, de abajo a arriba.
Llegó un momento en que dejó de acariciar y me acompañaba en el movimiento de penetración.
Yo subía y bajaba, cada vez más rápido, contraía mi coño para sentirla más, aunque todo hay que decirlo, hacía tiempo que no me metía una polla tan gorda y larga.
Estaba desatada, me encantaba sentirme llena, casi podía sentir cómo llegaba a tocar el fondo de mi cavidad.
Mi coño lo abrazaba con fuerza, no quería soltarle, no llegaba a sacarla, no quería sacarla.
Subía y bajaba, lo lubricaba bien, mi coño lo tenía completamente empapado, chorreaba por ese enorme falo mojando el pubis de Rober.
- ¿Solo quieres ver? O ¿Quieres que nos vean?
- Solo quiero ver. Calla, y fóllame.
Me agarró y me quitó de encima suya para ponerme apoyada encima de la mesita a cuatro, y de un movimiento certero me la metió hasta el fondo.
¡Dios! Hacía tiempo que no me la metían así. Sus movimientos eran secos, llevaban un ritmo perfecto, ni rápido ni lento, y con la dureza justa.
Mis sentidos estaban divididos, mi placer y mi lujuria desenfrenados.
Por un lado estaba gozando de sus arremetidas y por otro lado estaba cachondísima viendo como los dos hombres se estaban follando a una morena de tetas enormes.
Uno la estaba follando la boca mientras el otro la daba por el culo, o eso parecía, ya que estaban en paralelo al espejo.
Los dos hombres se compenetraban perfectamente para follarla por los dos agujeros.
Sus tetas se movían de atrás a delante, eran tan grandes y las arremetidas tan fuertes, que casi parecía que la daban en la barbilla.
Me imaginé cómo sería que un tercero la follase el coño. ¡Mmm qué chorretón de flujo cayó!
En ese momento Rober me azotó, haciéndome volver de nuevo, apoyó sus manos en mis caderas y aceleró las penetraciones.
Sus huevos rebotaban en mi culo, se oía plas plas plas.
Sus manos guiaban mis caderas, de repente las quitó y una de ellas fue directa a mí clítoris. Lo pellizcó.
¡Dios que dolor! lo tenía completamente hinchado y salido de su escondite, tenía el clítoris completamente descapullado.
Lo acarició, lo estimuló, pasaba aplastándolo, me abrió más las piernas y …. Zas, me pegó un rico azote en todo mi coño. ¡Cómo de perra me pone! Quería que me diera duro.
Y así se lo hice saber. Quería correrme ya.
Rober siguió con sus embestidas, mi clímax estaba cerca, estaba a punto de correrme, cuando una notificación de la app saltó.
Reconozco perfectamente el sonido y a Rober también le saltó.
Me la clavó más fuerte: “Ahora eres mía. Y sólo te voy a follar yo.” Y empujando y jodiéndome fuerte me hizo llegar a un orgasmo descomunal.
Me chorreaban las piernas.
Rober paró, sin correrse.
Sacó la polla de mi coño, me levantó de la mesa, la juntó al sofá y me tumbó encima de esa plataforma improvisada.
Mi cuerpo a lo largo del sillón, y desde mi cintura en la mesa, mi cabeza casi fuera de la mesa.
Rober se terminó de quitar los pantalones, los bóxer y se puso encima de mí a la altura de la cabeza.
Rober se terminó de quitar los pantalones, los bóxer y se puso encima de mí a la altura de la cabeza.
- Abre la boca, Alex.
¡Joder! Mi coño palpitó ante esa petición. Abrí la boca y me metió la polla hasta casi la garganta y comenzó a hacer sentadillas.
La metía y sacaba, mirándome a los ojos desde arriba.
- Vamos Alex, sé que la tienes que comer de maravilla, te gusta comer pollas.
Le miré, y dirigí mis manos a su culo, agarré sus cachas y clavé mis uñas. Abrí bien la boca, dejando que me la follara.
Paró, dejando el capullo justo a la entrada de mi boca, saqué la lengua y la lamí, mi lengua la chupó, y la succioné.
Bajó un poco más, metiéndola y sacándola, mientras mi lengua jugaba con su frenillo.
Su glande estaba suave, y el preseminal estaba exquisito. Puse la boca estrecha, tipo pez, y empezó con movimientos rápidos a meterla y sacarla.
Mi lengua estaba puesta de tal manera que en cualquiera de los dos sentidos lamía su frenillo.
Notaba en mis manos cómo contraía el culo, preludio de su corrida.
Unas pocas arremetidas más fuertes y ahí llegó, me llenó la boca de su dulce néctar.
Noté los chorros como cañonazos, dulce miel recorriendo mi garganta, cayendo por mi comisura.
- Joder Alex, eres increíble. Quiero que seas mi VIP.
Se quitó de encima de mí, se agachó y lamiendo mi boca fue recogiendo la leche que se escapaba de mi boca.
Después de esa mamada o follada de boca, follamos más de tres veces más esa noche.
La sala central del Andrómeda se quedó vacía, la discoteca a punto de cerrar. Salimos de nuestro reservado después de casi tres horas de sexo sin pausa.
Me acompañó a casa, iba escozida con el coño dolorido. Pero muy satisfecha de aquella noche.
Eran casi las ocho de la mañana, cuando Rober me dejó en el portal.
Me besó, acarició mi coño y atrayéndome hacia él me susurró al oído:
- ¿Cuándo volvemos a follar @damemuchoybien?
- Lo haremos cuando a mi coño le apetezca. – dije con una sonrisita.
- Seguro que ya le está apeteciendo.
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