“No me lo puedo creer, vivo en un mundo en el que los más espabilados viven de la sopa boba. Me refiero a todos esos que, sin hacer nada, se llevan a casa una pasta gansa”.
Soy Gabriella, una mujer de mediana edad, casada y aburrida del dÃa a dÃa.
Mi marido tiene por suerte un trabajo decente, por lo que yo no tengo necesidad de trabajar, y me quedo en casa atendiendo a los niños y haciendo las labores domésticas.
Necesidad hay, pero es demasiado orgulloso para permitir que su mujercita trabaje. Tenemos para comer, pero a mi me gustarÃa poderme dar unos caprichitos.
Asà que estuve indagando y pensando en ¿Qué sé hacer y por qué la gente me pagarÃa?
Y ahà estaba la solución, ante mis ojos. Me cree mi propio negocio y empecé a trabajar.
Poco a poco fui teniendo más clientes, y poco a poco mi caché fue creciendo. Y por supuesto, vi recompensado mi trabajo en forma de dinero extra para mis caprichos.
Lo primero que hice fue pagarme un tratamiento corporal en un balneario de los más importantes de mi provincia.
Me di toda clase de lujos ese dÃa, comida, coctel, merienda y por supuesto, un masaje con Philippe, un francés conocido entre sus clientas por sus finales felices.
Os puedo asegurar que el final fue más que feliz. Tiene unas manos increÃblemente masculinas, una voz suave pero profunda, con ese acento francés, y una habilidad con los dedos...
Que mejor no os lo cuento.
Durante meses me fui dando más caprichitos, que si bolsos, que si monederos, cambié casi todo mi armario.
Por supuesto que al resto de la familia también les elogié con algún pequeño detalle, pero en las primeras semanas, me centré en mÃ.
Pablo, mi marido, es un hombre sencillo, que tiene sus costumbres. Y una de ellas era mantener relaciones sexuales los martes y los sábados.
¿Os lo podéis creer? Fuera de esos dÃas yo, ni existÃa. Con mi trabajo extra, estuve unas semanas poniendo excusas para no tener relaciones, pero no lo podÃa alargar mucho más, porque si no Pablo comenzarÃa a sospechar lo que no es.
Llegaba a la noche cansada de tanto trabajar, no os lo he comentado, pero no es fácil ser creadora de contenido. Contenido, sÃ, sÃ, pero ¿Cuántas clases de contenido hay?
“Gabby, madura/vintage, casada. Déjame ser tu fantasÃa” Esa era mi carta de presentación.
A pesar de mis dos embarazos, todavÃa tengo buen cuerpo, con mis cositas, pero resulta que llamo la atención ahà por donde paso.
Será por mi estatura, mi constitución o por la follabilidad que desprendo.
Pero me di cuenta de que los hombres me seguÃan mirando, y de qué manera. Asà que pensé, ¿por qué no explotar eso? Y sÃ, me hice un Onlyfan.
Me abrà una cuenta “Gabby for you” y empecé a transmitir pequeños momentos de mi vida diaria.
Todo empezó muy poco a poco, coloqué una pequeña cámara en la cocina, y por supuesto cocinaba ligera de ropa, pero es como todo.
Según vas recibiendo comentarios, pidiendo más cositas, me fui viniendo arriba, y terminé cocinando con tanga de hilo y un antifaz.
Por aquello de que nunca se sabe quién puede estar al otro lado.
¡Qué fácil era ganar dinero! Y solo hacÃa lo de siempre, pero casi desnuda.
La cámara la colocaba estratégicamente en la cocina en función de lo que fuera hacer. Si me tenÃa que agachar, ya lo hacÃa con el culo en pompa hacia la cámara, para que se me viera bien, ese culo que la genética me habÃa dado, y a veces, me lo abrÃa, haciendo como que me limpiaba las manos en mis nalgas.
Poco a poco fui invirtiendo parte de las ganancias en pequeñas cámaras diminutas dispuestas por la casa, con la opción de encender y apagar.
Principalmente, en el dormitorio, baño, cocina, despacho. Igual que poco a poco fui admitiendo propinas y privados.
Un dÃa cualquiera comenzaba como el de una ama de casa normal, me levantaba, preparaba a los niños, los llevaba al colegio y hacÃa la compra a primera hora. Una vez que llegaba a casa, comenzaba mi trabajo.
Dependiendo del dÃa, me habÃa comprado diferentes “disfraces” para ir cambiando el modelito, e incluso publicitaba diferentes “eventos” para atraer a más suscriptores.
Los miércoles era dÃa de disfraz, y hoy era miércoles.
Me habÃa comprado un disfraz de conejita. Me subà a la habitación y me disfracé en el baño, una vez arreglada, mandé mensaje al canal, anunciando que empezarÃa el streaming en cinco minutos.
Me retoqué y fui encendiendo las cámaras de la habitación.
Era la hora, respiré e hice aparición por la puerta del baño.
- Buenos dÃas queridos y queridas, que seguro que también tenemos a alguna mujer al otro lado.
Me dirigà hacia la cama disfrazada de conejita. Diadema con orejitas de conejo, corpiño negro, braguita negra con pompón en el culo, medias de rejilla hasta medio muslo, liguero y tacones.
Mi pelo recogido en un moño informal, dejando caer unos mechones ondulados a los lados de la cara, y por supuesto mi antifaz.
Fui contoneándome, dejando ver mi pomposo rabito a la cámara, y empecé a hacerla.
Me agachaba juntando las piernas, meneando mi colita, como una conejita traviesa.
Una vez hecha la cama, atendà alguna de las peticiones privadas, por las que me iban a pagar más.
TenÃa un suscriptor fijo todas las mañanas que pedÃa estar conmigo a solas durante 10 minutos, solo tenia que dar vueltas sobre mÃ, despacio, al ritmo que él me pedÃa.
Y parar cuando me dijera. Su voz estaba como distorsionada y su cara en penumbra, asà que solo le conocÃa por su nombre de usuario, “phantomdom”
Aquella mañana no fue diferente, empecé a rotar sobre mà misma, cuando quedé de espaldas a él, mi hizo parar, y mover la colita.
- Mueve las caderas, lo más sensual que sepas. Nunca te he pedido nada obsceno o depravado, pero hoy, con ese disfraz, me gustarÃa pedirte algo. Pagaré por supuesto. Mi propina será como el servicio de una prostituta de lujo. Recuerda, las propinas son Ãntegras para ti. Piénsalo mientras mueves la colita, lenta y sensualmente.
Me quedé inmovilizada por un momento, pero ¿qué me podrÃa pedir? ¿obsceno, depravado?
AllÃ, moviendo mis caderas, y esa colita blanca, pomposa, comenzó mi verdadera carrera como chica Onlyfan: Gabbyforyou madura/vintage, tu fantasÃa hecha realidad.
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