Después del éxito de la inauguración, y tras varios meses de rodamiento, me lie la manta a la cabeza y organicé la primera fiesta privada para esos socios y amigos, cuya condición y preferencias sexuales son, afines, y algo incomprendidas.
“Próximo día 23 a las 23 horas se le requiere en el Andrómeda.
Por favor, responda a esta invitación indicando sus preferencias para una mejor organización. El día del evento, pase por la barra y solicite su entrada al Paraíso. Por favor, sea preciso en la petición, añadiendo la palabra dador, tomador o espectador.”
La preparación del evento nos llevó toda una semana de pequeños ajustes tanto en las salas exteriores como en la central, principalmente en esta última.
La sala central requería de más adaptación para lo que mi cabeza había pensado.
Ni que decir tiene, que el vicio y la morbosidad de Álex ayudaron bastante.
Aunque ella no supo nunca exactamente lo que iba a pasar.
Aprovechando el eje de la barra de baile de Miranda, instalamos una plataforma giratoria, extensible, y la dividimos como los quesitos del Trivial.
¿Quién no ha jugado alguna vez al Trivial?
Ese magnífico juego de cultura general, en el que ganaba el primero que llenaba su ficha con todos los quesitos de los diferentes colores.
Claro está, no íbamos a jugar al Trivial, pero era para que os hicierais una idea.
Se dividió en ocho particiones, de tamaños iguales, y se les puso separadores para no ser vistos por los lados.
Dos de ellos se equiparon con camillas de tamaño medio, otros dos con sillas, y los cuatro restantes con todo lo necesario para poder estar cómodo y seguro.
En todos ellos, se dispuso una mesita con botellas de agua y unas toallitas.
Todo se hizo con la máxima discreción, como siempre, se taparon las paredes con sábanas negras hasta el justo momento del comienzo de la fiesta.
En las salas circundantes pusimos nuestras ya típicas bandejas equipadas con lubricantes, condones, toallitas higiénicas, y cualquier petición particular que nos hicieran nuestros clientes. Y un carrito para los canapés y la bebida.
Durante las semanas anteriores al día D, los emails fueron llegando, se fueron clasificando y organizando.
Todo tenía que ser perfecto.
Tuvimos un par de peticiones especiales por un dador. Y otro par por un tomador.
Y una aún más especial que, aunque no requería de ningún elemento físico, sí requería del consentimiento de los participantes.
Llegó el tan esperado día, había muchos nervios entre el equipo que conformamos el Andrómeda, hasta donde sabíamos, nunca se había organizado algo parecido en la ciudad, o al menos con condiciones higiénicas óptimas y en un espacio reservado.
La discoteca abrió a las diez como de costumbre, nosotros en esa hora terminamos de ultimar las cosas con algún pequeño detalle que se nos había pasado.
A las once en punto, los invitados fueron llegando a la barra.
Yo estaba trabajando, así me aseguraba de que cada invitado iba al lugar que le correspondía y en el orden pertinente.
- ¡Buenas noches Rober! Venimos a por las entradas al Paraíso. Una dador y otra tomador.
- Muy buenas Luis, Lucía. Bienvenidos. Por favor el que sea dador que siga a Miranda hasta la antesala, y el tomador será acompañado por Claudio a un reservado.
Los invitados fueron separados según sus preferencias, los primeros en entrar fueron los espectadores.
Estos se colocaron por orden de llegada de la sala más alejada a la más cercana de la antesala.
Los segundos en entrar al club fueron los tomadores.
Claudio y Miranda los acompañaron a la sala central, donde había unas cestas numeradas para que pudieran depositar sus prendas, cada cesta se correspondía con uno de los habitáculos.
En este caso Luis, se acomodó en el quesito número uno.
Quedó completamente desnudo y expectante.
Soraya, la mujer de Juan, se acomodó en la salita número tres.
Allí había una de las camillas pegada a una de las paredes. Soraya quedó desnuda al igual que Luis.
En la número cinco entró Pedro, en ésta había un silla y cojines.
Antes de proceder a colocarse cada uno en su posición, Claudio y Miranda les repartieron unos antifaces para que se los pusieran, y así no poder ver nada de lo que sucedería.
Claudio ayudó a Soraya y a Vane a acomodarse en las camillas, una vez tumbadas, las sábanas de sus respectivas cabinas cayeron.
Claudio primero acercó a Soraya a la pared, pasando sus piernas por unos agujeros que había casi a la altura de sus hombros, se dirigió al otro lado y las apoyó sujetándolas con unas ligas en una especie de muletas que habíamos colocado para tal propósito.
La postura de las piernas era similar al de una mujer en el sillón del ginecólogo.
Claudio observó cómo había quedado Soraya, y viendo que su culo quedaba un poco alejado, la agarró de las caderas y la llevó hacia él.
La imagen de un coño y su culo, y las piernas pegadas a ellos como si de un maniquí se tratara, hizo que la polla de Claudio reaccionara.
Menos mal que todos tenían los ojos vendados, si no, se hubiera delatado en seguida.
Claudio se acercó, se puso en posición, y viendo que todo estaba correctamente y al alcance del dador, se fue a realizar la misma operación con Vane.
Cuando se giró para colocar las piernas de Vane, le sorprendió ver el piercing con forma de argolla en el prepucio de su clítoris.
¡Joder cómo iba a gozar! Quién fuera dador, pensó Claudio.
Miranda ayudó a los chicos.
Luis fue el más sencillo, quedó de pie mirando a la pared.
Miranda quitó las sábanas de su cabina, y con un ligero masaje, le introdujo la polla por uno de los agujeros.
Pedro en la cinco, se arrodilló encima de uno de los cojines, apoyando su cuerpo en la silla.
Miranda se fue hacia el otro lado, bajó la sábana, y acercó a Pedro más hacia la pared.
Le metió los pies por los agujeros más pegados al suelo.
Todos los tomadores estaban listos y colocados.
Los espectadores habían estado observando cada uno de las escenas gracias al movimiento giratorio de la plataforma.
Era el turno de los dadores.
Justo en la entrada Claudio tenía una copa gigante con números dentro. Según iban entrando, cogían uno,
Miranda les ponía el antifaz y les acompañaba a la cabina que había salido. Fueron pasando uno a uno hasta estar todo el mundo colocado y listo.
No iba a ser una cata a ciegas, pero sí los tránsitos de una a otra.
La primera parada era obligada, el resto podían elegir entre quedarse y disfrutar o pedir cambio, siempre y cuando alguien se lo cambiara.
Los tiempos fueron estipulados de unos diez minutos para empezar, pero siempre se podía tocar la campanita y pedir el cambio de tercio como en los toros o el platillo y tiempo extra.
En la sala dos entró Álex, ya la conocemos todos.
Y ella no se podía perder un evento así.
Me causó pena no poder disfrutar de ella en esos momentos, pero cuando mi turno terminase, me acercaría a una de las salas exteriores a mirarla.
Cuando le quitó el antifaz Miranda, sus ojos se pusieron como platos.
Hizo un reconocimiento alrededor suyo, vio los agujeros en la pared, y al bajar un poco la vista, a través de uno de ellos colgaba una polla, Alex se excitó sólo con verla, se lamió los labios.
¡Qué morbo no saber a quién pertenece! Álex había ido un poco a ciegas como todos los demás participantes, y sin lugar a dudas, esa noche iba a disfrutar mucho.
Acercó la silla a la pared, aproximó sus labios a esa polla flácida y la sopló suavemente.
Observó cómo los músculos de la polla anónima se contraían, y a pesar de no verle los huevos, intuyó que éstos se habrían contraído.
Dejó caer un hilito de baba, pasó la lengua por el capullo y echando ligeramente el prepucio hacia atrás la volvió a soplar.
Esta vez la polla reaccionó más, y a través de la pared se pudo oír un breve gemido.
Sacó su lengua nuevamente y la lamió desde el capullo hasta arriba del todo, esa polla caída parecía la trompa de un elefante, pero fue reaccionando a los lengüetazos de Álex.
Una vez medio erecta, Álex se levantó de la silla y se sentó en el suelo, justo debajo de ella.
La polla estaba totalmente descapullada, su frenillo al aire, y la lengua de Álex juguetona.
Luis sabía que no era Lucía, y estaba casi seguro de que no era un hombre.
Esa era su fantasía para este día, pero lo estaba disfrutando igual.
Justo en ese momento, comenzó a sentir caricias en el frenillo, desde la base del capullo hasta la punta de este.
Subían y bajaban recorriendo todo el pliegue.
La lengua estaba centrada en recorrer ese pliegue lleno de terminaciones nerviosas, ese punto, que muchos hombres y mujeres ignoran, pensando que simplemente es eso, un pliegue.
La lengua zigzagueó, siempre en el frenillo.
Aumentó la presión de los lengüetazos.
Luis estaba como hipnotizado por esa lengua anónima cuando sintió calor y humedad junto con una pequeña presión en su glande.
Álex se había metido en la boca ese capullo rojo, las venas del falo estaban muy marcadas.
La sala central era una sinfonía de gemidos, gritos, oraciones y todo lo que un ser humano es capaz de expresar en esas condiciones.
Álex estaba disfrutando de la polla anónima, el preseminal iba en aumento, notaba como le goteaba en la cara cuando se sacaba la polla de la boca para lamer el frenillo, la agarró con fuerza, pensando en el tiempo que faltaría, y comenzó a mamarla con gula.
La metía profunda y la sacaba del todo, la volvía a meter y a sacar. Estaba deseosa de probarla en más agujeros, esa polla le había gustado.
Estando, gozando de ella, se desabrochó el pantalón e introdujo una de sus manos por dentro, quería estar más excitada, más desinhibida para el gran final.
Ella sabía que estaba a punto de llegar.
Y así fue, Luis apretó el botón de un mando que le habían dado al entrar, y una luz azul turquesa iluminó una luz puesta encima de su pared.
Enseguida apareció Claudio con el “invitado” de la petición especial, le llevaba con los ojos vendados. Guiado por Claudio esperó hasta el momento justo.
Luis estaba a punto de correrse, Álex abarcaba toda su polla en la boca, sus dedos tocaban su clítoris, la lengua jugó un poco más con el frenillo, desencadenando el gran final.
Un chorro de placer inundó la boca de Álex, apenas podía retenerla, hizo gestos a Claudio, y acercando al “invitado” Álex le pasó toda la lefa de Luis a su boca.
La pasó en un beso, la disfrutaron juntos, Álex volvió a Luis para limpiarle la polla, llevando al “invitado” para que la ayudase.
Allí, los dos agachados en el suelo, con una polla anónima pegada a la pared, termina la primera corrida del Glory Hole de esa noche en el Andrómeda. “Bienvenidos al Paraíso”
2 Comentarios
Delicioso y excitante relato
ResponderEliminarQue bueno que te gustó
EliminarDéjame saber que te pareció este relato, por favor solo te pido que seas respetuoso con lo que escribes