RELATOS ANTERIORES
Las cuatro parejas quedaron pronto para poder salir a cenar algo antes de irse al cine de verano.
Se tomaron unas tapas y unas cervezas en una terraza cercana al hotel.
Los únicos que pudieron disfrutar de la cena y de unas buenas jarras de tinto de verano fresquito fueron Raúl y Susi, los demás tuvieron que salir corriendo hacia los cines ya que se les había hecho tarde.
María, Óscar y Luz se fueron a ver Seven. Laura, Diego y Miguel se fueron a ver Robin Hood.
Miguel había visto un millón de veces Seven, así que decidió dar una oportunidad a los forajidos del bosque de Sherwood.
Y Susi y Raúl se quedarían dando una vuelta o a saber dónde acabarían los dos culos de mal asiento.
Los “forajidos” de Robin llegaron bien a la sesión.
Su cine estaba más cerca del hotel, metido en una especie de remetido, decorado como si de un patio andaluz se tratara, lleno jardineras con unas flores llamativas y unos azulejos nazaríes preciosos.
Nada más entrar había una gran barra y un puesto con comida rápida (perritos, mini hamburguesas, nuggets, etc…) Al fondo la pantalla y los altavoces, y repartidos por el centro sillones para cuatro, algunos tenían hasta cojines, y mesitas bajas.
En los laterales y en la parte de atrás, esos sillones se habían sustituido por unos balancines tipo columpios para dos personas y su correspondiente mesita.
Al llegar tan justos no pudieron sentarse los tres juntos, y como no iban a dejar a Laura sola, Diego muy cortésmente se sentó con ella en uno de los balancines que quedaban en uno de los laterales.
Miguel lo hizo en una mesa al otro lado opuesto al balancín de Laura y Diego.
En la mesa había una chica y dos chicos.
Diego se acercó a la barra a pedir unas cervezas para los tres.
Las luces se apagaron, y aunque no se veían las caras, Laura notaba la tensión que se había creado.
Hacía tres años que ellos no se habían vuelto a quedar a solas, desde la fiesta en la piscina.
Nunca habían hablado del tema, fue como si no hubiera pasado.
Salvo por las miradas que se echaban el uno al otro. Tres años comiéndose a través de las miradas y algún roce.
Habían procurado que nadie notara nada, su atracción era irremediable, tenían aún asuntos pendientes, y aunque ya habían solucionado algún tema aquel día, para ellos o al menos para Laura, todavía quedaban algunas cosas por probar.
La película comenzó y Laura no podía dejar de pensar en aquella noche en el sótano del chalé.
En lo que había disfrutado comiendo esa polla que ahora volvía a tener a escasos centímetros de su mano.
Los dos sabían que era peligroso, muy peligroso quedarse a solas, y aún así, los dos lo decidieron.
Ninguno puso objeción o cambió de película al saberse con el otro, aunque claro, el hecho de que Miguel se fuera con ellos, le había dado a Laura un poco respiro, al menos hasta que entraron al cine.
Llevaban como tres cuartos de hora de película y Laura no podía más, se levantó y se fue el servicio.
Diego parecía atento a la película, pero su mente era un hervidero de posibilidades ante aquella nueva oportunidad.
“ La paso la mano por el hombro, la robo un beso a ver qué pasa, apoyo mi mano en su pierna, la cojo su mano y la llevo a mi polla….”
Estaba completamente indeciso, no quería cagarla, ya que Laura tampoco había dado ninguna señal aquella noche de querer estar con él.
Y cualquier paso en falso podría echar a perder no solo lo ”suyo” si no también la armonía del grupo.
Una vez en el servicio cogió el móvil y escribió a Susi, contándole la situación, y sus deseos, sabía que ella lo entendería, puesto que había sido la única testigo de aquella noche.
A los pocos segundos recibió contestación: ¿qué te lo impide?
Esas letras se quedaron grabadas en las retinas de Laura. Así que decidida a disfrutar o al menos a intentarlo, se quitó las bragas, las guardó en el bolsito y volvió al columpio donde la esperaba Diego.
Llegaba con una sonrisa relajada, y un paso firme.
Diego supo que algo había pasado, y decidió lanzarse, así que cuando ella se fue a sentar, Diego pasó la mano por debajo, con la palma hacia arriba, quedando justo debajo de ella.
¡Joder! No lleva bragas. Pensó. Pero no dijo nada. Laura, también se sorprendió al sentir su mano ahí, abarcando todo su sexo.
Se quedó sorprendida, pero en seguida aprovechó la oportunidad que se había encontrado y comenzó a mover la pelvis.
De atrás hacia delante, lentamente, no quería llamar la atención, ni que se moviera demasiado el columpio. Venía ya excitada del servicio después de recibir el mensaje de Susi, y de pensar en lo que realmente la apetecía.
Diego la miró, aunque no se veían mucho, la puso la mano sobre el cuello y la atrajo hacia él, besándola dulcemente, ajeno al resto del cine.
Sus bocas se fusionaron, sus lenguas se entrelazaron, mientras sus dedos disfrutaban del suave masaje que estaban recibiendo con los vaivenes de la pelvis de Laura.
Levantaba sutilmente el corazón y el anular cuando la pelvis retrocedía, notaba casi la entrada a su coño perfectamente, pero todavía no quería meterlos, quería que se mojara más, mucho más.
Quería oír a Laura pedirlo, quería estar seguro de que no se arrepentiría, pero sobre todo, quería que ella le confesara sus deseos.
Por un momento Laura se acordó de Miguel, y paró en seco.
Miró hacia donde estaba él sentado, viéndole centrado en la película y en la rubia de falda mini y pechos prominentes que tenía sentada al lado.
Más tranquila se lanzó de nuevo a la boca de Diego, una boca que conocía perfectamente por su tiempo de novios en la adolescencia, aunque todo hay que decirlo, los dos habían cambiado en la forma de besar, habían aprendido cositas nuevas y resultaba muy excitante.
Abrió un poco más las piernas, dando más acceso a los dedos de Diego.
Aceleró los movimientos pélvicos contorsionando la cadera para obligar casi la introducción de los dedos en su interior.
Diego la mordió el labio y en un susurro la dijo: “Si los quieres dentro, tendrás que pedirlo”.
Laura se giró hacia él, se acercó a su oído y de forma sensual le dijo: “Quiero sentir tus dedos en mi interior “.
Agarró uno de los cojines que había en su balancín y se lo puso encima de sus piernas, ocultando lo que iba a suceder.
Sacó la mano de Diego de debajo de ella, pasó la pierna por encima de la de él, y guio su mano hacia la entrepierna, ocultándola con el cojín.
Diego acarició lentamente el pubis perfectamente depilado de Laura, y fue bajando, abriéndose paso en el comienzo de sus labios, llegando a su clítoris sin apartar la vista de la pantalla.
Acarició su clítoris, le rodeó, le dio pequeños golpecitos, bajó sus dedos hacia su coño, y llevados por su lubricidad entraron en él, deslizándose suavemente a su interior, mientras con el pulgar seguía estimulándolo.
Laura movía instintivamente la pelvis, llevando el ritmo de los dedos.
Entremetió la mano entre su cuerpo y el brazo de Diego para llegar a su falo engrosado.
Lo acarició por encima del pantalón, mientras mordía su labio inferior.
Estaba muy caliente, su mano apretaba el pene con ganas. En medio de una de las embestidas de Diego, Laura se desinhibió y tomándole de la mano le arrastró hasta el servicio.
Una vez dentro, Laura cerró la puerta, desabrochó el pantalón, bajó los calzoncillos a Diego y sentándolo encima de una de las tazas, se levantó el vestido y se empaló en él.
Estaba deseosa y desesperada, a la vez que temerosa por Miguel. No podían demorarse mucho.
Comenzó con movimientos lentos, profundos, con ligereza.
Diego se apoderó de sus tetitas, sintiendo cada caricia, cada centímetro de sus curvas, pellizcando sus pezones, la daba todo el placer del que era capaz.
Devorando su boca, intentando que ella acelerara. Estaba cachondo perdido y sentirse dentro de ella, un espacio tan acogedor, húmedo, podía sentir cómo sus músculos abrazaban su miembro.
Se sentía el hombre más afortunado del mundo, por fin estaba haciendo su fantasía más deseada desde que dejaron su relación sobre los veinte años.
Laura se dio cuenta de la reacción de Diego, casi podía sentir el palpitar de sus venas, así que aceleró sus movimientos, mientras Diego besaba, lamía, mordía sus pezones.
Nunca había olvidado sus pezones rosados, eran un manjar para su paladar.
Apoyada sus manos en sus hombros, subía y bajaba cada vez más fuerte, cada vez más rápido. Diego buscó su clítoris, lo estimulaba mientras ella hacía un fuelle perfecto con su polla.
Apretó más los músculos y… aceleró los movimientos.
- Joder, Laura frena, me voy a correr y no quiero.
- Córrete, para mí. ¿Recuerdas? Siempre soñaste con hacerlo. Ah, ah ah.
Laura continuó a la misma velocidad, con la misma fuerza. Diego podía sentir su pubis empapado por los flujos de Laura, notaba cómo le chorreaba por toda su polla.
Cuando ella se levantaba sacándola casi entera notaba el frío del vacío, y cuando bajaba el calor de su ser.
Allí los dos fundidos, en aquél servicio de aquél cine de verano, se fusionaron en un tórrido, ardiente y brutal orgasmo.
Fue así como tuvieron su primer encuentro furtivo pleno.
Justo en ese momento cayó exhausta sobre Diego, él la abrazó mientras besaba con dulzura su cuello y sus manos acariciaban dulcemente su espalda y sus nalgas.
Sus miradas se cruzaron, culpa, arrepentimiento, gozo, pasión y complicidad se leían en ellas.
Se besaron y se compusieron un poco para salir del servicio.
Se besaron y se compusieron un poco para salir del servicio.
Se sentaron en su sitio, miraron hacia donde Miguel, éste seguía centrado en la película. No sabían si había notado su ausencia o no, pero seguro que conociéndole si fuera así, se enterarían.
Quedaban unos minutos de película aún, y aprovecharon para sus últimos besos, arrumacos y toqueteos, vamos un ligero petting en toda regla.
Al terminar la película salieron los tres juntos como si nada, fueron comentando la película por el camino hasta la terraza donde habían quedado.
Cuando llegaron a la terraza donde habían quedado ya estaban allí Raúl y Susi disfrutando de una nueva jarra de sangría. Parecía como si no se hubieran movido.
Laura llegó algo nerviosa por lo sucedido, se acercó a Raúl y le dio un piquito.
Raúl le devolvió un pasional muerdo, lo que hizo que Laura se ruborizara.
Miguel se acercó a Susi, metió su mano discretamente por debajo de la falda, y susurrándola al oído le dijo:
- Creo que tengo algo tuyo ¿No?. Joder nena, estás húmeda.
- Te estaba esperando. – respondió Susi
Cuando llegaron los del otro cine terminaron de tomarse unas copas en la terraza y se fueron camino a la discoteca.
Por el camino Susi se acercó a Laura, obviamente Laura sabía lo que quería.
- ¿Y bien?
- Ha sido maravilloso, pero me siento fatal por Raúl.
- Tranquila, nosotros nos lo hemos pasado muy bien.
Como nunca.
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